jueves, 3 de diciembre de 2015

Analíticas por un tubo (literalmente)

Es cierto que el odio puede pasar al amor de un instante a otro. Así ocurrió con una enfermera. No es que fuera borde conmigo, simplemente no era tan maja como otras, hasta ese día. Ya me había tocado más veces con ella (hasta 4 veces, siendo esa la quinta), e incluso yo le cogí cariño. O igual es que simplemente ese día no tenía ganas de trabajar y me dejaba hacer más cosas a mí. Comenzamos por analíticas. Cuando me preguntó si había hecho alguna la verdad es que no sabía qué responder, porque diciendole que sí luego tendría que hacerla bien y no pifiarla, sino quedaría como una nula. Suerte tuve de que al señor se le notaban bastante las venas y no hubo ningún problema. Aunque no os lo creáis, supuso un gran reto demostrarle a esa enfermera que verdaderamente servía para algo. Demostrárselo hasta que luego hubo otra analítica, con más tubos que llenar, y digamos que de la vena que cogí mucha sangre no es que saliera y aún nos echamos allí un buen rato. Pero bueno, una bien y la otra regular, tampoco está tan mal si lo piensas (espero que ella lo haya pensado y me ponga al menos una nota decente). El siguiente reto vino con la retirada de una sonda vesical, y eso sí que fue un éxito rotundo. Aunque no tiene nada de complicado, solo se necesitan guantes, una bolsa donde tirar la sonda y la bolsa de orina y una jeringa de 10mL. Se conecta la jeringa a una parte de la sonda y se aspira el balón lleno de agua destilada que se encuentra en el final de la sonda (en la vejiga, para que la sonda no se escape), y una vez quitado todo el agua, tiramos de la sonda, más rápida que lentamente, pues no es muy confortable la sensación, pero tampoco tan rápido como para hacerles daño o alguna herida. Ah, y eso sí, ¡antes de nada clampar la sonda, eh! ¡Que luego lo dejáis todo hecho un estropicio y las auxiliares irán a por ti y te cruzarán de por vida! Pero todos huiremos de los problemas con la simple frase: "Pero es que yo soy...