sábado, 12 de diciembre de 2015

Vamos de paseo

Aparte de estar en la consulta esperando, también está el momento de "visita a pacientes", y realmente es algo que agradeces. Porque estar allí abajo en la -1, mirando continuamente el reloj deseando que pasen las horas mientras no llega nadie, es desesperante. Y de repente llega la maravillosa hora en la que la enfermera se levanta, te mira y dice: "Venga, vamos a planta", y claramente te levantas corriendo, con los ojos iluminados y tropezando con todo (porque allí mucho espacio no hay).


Todo el mundo os saluda al pasar, y tú saludas y sonríes (en realidad la saludan a ella, y a ti por educación, pero tú te sigues sintiendo importante). Vamos directamente a las habitaciones indicadas (varían dependiendo de las personas que lo necesiten) sabiendo exactamente quién está en ella, en qué cama, y qué le ocurre y ocurrió durante su hospitalización. Por lo menos, ella lo sabe, tú lo miraste abajo en la consulta pero ya se te olvidó justo cuando ibais a visitar al 3º paciente y no sabías si llamarle Antonio, Fernando o Carmen, así que al entrar rezabas para que la enfermera no solo dijera un "Hola, ¿que tal todo?" y que mencionara en algún momento su nombre.

Luego está el curioso caso de los privilegios del hospital, hay gente con camisón y gente con pijama. Mientras estás visitando al recién operado, te pide que si le puedes dar un pijama, porque seguramente al día siguiente pueda levantarse y pasear y claro, con el camisón o eres un exhibicionista o no se puede. Entonces tú, con tu alma bondadosa y compasiva, te apiadas del pobre señor y se lo pides a una enfermera, pero no llegarás a descubrir si se le concedió ese privilegio hasta el siguiente día que vuelves, porque las visitas son más rápidas que las del médico.


También está el privilegio del soporte del suero, que eso ya no es ir subiendo en la escala de buen paciente del hospital, eso es la suerte que tengas. Uno chirría, a otro le falta un trozo de una rueda... y eso no lo sabes hasta que lo tienes que usar. Lo mejor de todo es cuando le preguntas a una enfermera si te lo puede cambiar, en ese momento hay diferentes respuestas emocionales, unas se ríen, otras ponen los ojos en blanco, otras se entristeces y luego están las que se enfadan; pero la respuesta será la misma: "lo siento pero no hay más que esos". Así va sobreviviendo la sanidad española.