jueves, 10 de diciembre de 2015

Excursión a (des)preventiva

Hoy es uno de esos días en los que ya te despiertas con ganas de no hacer nada en todo el día. Y así serías feliz.
Porque un puente de 4 días no es suficiente y que la semana haya empezado un miércoles no significa que tú tengas que salir de casa a las tantas de la mañana con ganas de comerte el mundo.
Así que, cuando te dan la oportunidad de escoger un día para ir a preventiva, escoges uno en el que ya sabes que vas a dar gracias por no tener que ir a las 8 a las prácticas. Y escoges hoy.


Con casi una hora más de sueño nos dirigimos hacia la unidad de medicina preventiva. Si nunca has estado, es físicamente imposible que seas capaz de encontrarla. Puede que ellos tampoco quieran ser encontrados... quién sabe. La cuestión es que habitan un pasillo sellado por puertas que cualquiera confundiría con un "solo personal autorizado". También es cierto que vestidos con un pijama blanco ya se nos considera personal autorizado...


Ya nada más llegar nos explican que lo único que vamos a hacer hoy es sacarnos sangre, y ya cuando lleguen los resultados veremos si hay que vacunarse o si tenemos alguna divertida enfermedad escondida. Lo más curioso de todo es que el control vacunal se hace para las prácticas, pero los resultados de los análisis llegan el día que se acaban las prácticas. Sanidad pública, eficiente y de calidad. Eso siempre.


Así pues, una vez atendidos nos llevan a hacer las analíticas. Y claro, como somos de prácticas pues ya nos pinchamos entre nosotros. Ya he comentado anteriormente que yo y los pinchazos en vena no somos muy amigos, así que el tener que pincharnos entre nosotros no me pareció la idea del año precisamente.
Para mejorar el panorama tuve que pinchar a mi compañera, sí, la que se dejó las venas en su casa. Pero no en su casa de aquí. No. Las dejó en una casa que tiene allá por las antípodas.
Si no tuviese pulso probablemente pensarías que es un brazo de simulación para laboratorio. Pero había que pinchar, así que con un poco de palpación (y mucha imaginación) encontré una supuesta vena. La suerte quiso que esa supuesta vena fuese realmente una vena, porque el desastre podría haber sido épico (y tenemos camas libres en paliativos para este tipo de desastres).
Mi sistema nervioso decidió en ese momento llenarme de inspiración para que el sudor, los mareos y la triple visión no hiciesen acto de presencia, pudiendo así sacar sangre (de forma normal).
El problema vendría cuando me sacaron sangre a mí.


La gente se queja cuando tienen las venas muy profundas, o que no se les ven bien. Yo tengo un mapa callejero de Ciudad Venal Real en los brazos. Nadie parece hablar del problema que supone tener las venas superficiales. Es un trauma vivir así. Podéis tomároslo a broma pero con este problema subsistente en la población cualquier esquina de una mesa es potencialmente mortal.
Y cualquier aguja duele, mucho. El que solo hubiese que llenar dos tubos lo hizo menos angustioso, pero eso más que tubos parecían camiones cisterna... que lento pasa el tiempo cuando tienes un aguja dentro de ti. Que no hubiese que ir en ayunas también facilitó el que no me desmayase por un bajón de fuerza vital espontáneo, aunque espero que no analicen el colesterol, que mis desayunos son bien consistentes.
Ahora toca esperar por los resultados, que nunca se sabe quién se puede ir a las navidades con un VIH de regalo.