martes, 15 de diciembre de 2015

Solo ante el peligro

Comenzando ya la que podemos considerar como última semana de prácticas con un cansancio acumulado que empieza a alcanzar niveles preocupantes.
Aún habiéndonos acostumbrado a la rutina de todos los días el lunes sigue siendo lunes, con todo lo malo que ello conlleva.
Hoy descubrimos que el fin de semana fue de gran actividad en lo que a altas se refiere. Todo tipo de altas, claro. Vas analizando paciente por paciente para saber si se han ido a su casa... o si no.

Así que con un pasillo bastante más vacío de lo normal empezamos la jornada. A pesar de todo se agradece que se vacíen un poco las habitaciones (sí, aún sabiendo lo que significa que se vacíen) para no estar toda la mañana al límite. Al menos no hay retenciones de familiares en el pasillo ni tropiezos mientras vas cargado con medicación.



Tras la rutina de primera hora me entero de que mi enfermera (que hoy resultó ser la profesora tras muchas semanas sin saber nada de ella) iba a marcharse y me dejaba solo, indefenso, desprotegido, teniendo al cargo a sus pacientes.

Al preparar la medicación no supone un problema estar solo. Básicamente es jugar con un ordenador y sacar lo que haya que sacar. El programa no es precisamente el Super Mario, más bien diría que se quedó en un nivel de complejidad similar al snake.
Aún así hay que estar atentos, cualquier error en la medicación puede (aunque no suele) tener consecuencias catastróficas. Tanto para el paciente como para ti. Aunque mirándolo desde un lado positivo, de la cárcel se sale. Del cementerio no.

Ya una vez listas las drogas, pasas la visita. Solo. Siendo constantemente atacado con preguntas sobre los pacientes que por lo general, no sabes responder. Y claro, eso supone un problema. Así que tiramos de inventiva y aquí no pasa nada.
También tienes que acordarte de todo lo que se diga. Porque luego confundes el paciente al que se le va a poner una vía central con el del enema y no sé yo quién sale más perjudicado. Y ya si entramos en temas de fármacos sí que nos perdemos... "al paciente de la 24 se le quita la brfsffr...".

Luego deberías tener un momento para poder respirar y escabullirte a la sala de descanso a picar lo primero que te encuentres. Y lo segundo también. Pero empiezan a llamar para hacer curas y repartir apósitos a punta pala. Yo no me explico qué leches hace la gente con sus familiares en sus casas para que tengan una úlcera del tamaño de una tartera y no se hayan enterado. Prefiero no pensarlo.
Así que ahí tienes que ir tú a meter la mano (el brazo y el hombro) dentro de un paciente sin tener ni idea de qué le vas a echar. Porque mira que hay geles. Si por mi fuera echaba una cremita hidratante, que eso va bien para todo. Pero hay que ser serios y echar los hidrogeles, los aquageles, los geles tipo planta y los pikachu-geles. Y luego los apósitos, que eso ya es otra historia, porque entre apósitos de plata y de cobre ya no sabes si estás curando a un paciente o gestionando la economía de un poblado chabolista.

Después de todo eso, casi puedes dar por terminada tu jornada. En parte porque tienes casi la mitad de pacientes que la semana pasada, y eso se nota.
A pesar de todo, el ver que te dejan solo y que tienen la confianza para hacerlo, y sobre todo, que sobrevives a quedarte solo te hace sentirte realizado, además de que por primera vez en muchos meses sientes que sí, que por fin has aprendido cosas sin que se te hayan olvidado en dos días.