lunes, 23 de noviembre de 2015

Un zombie a la intemperie


Ya ha pasado una semana.
Estoy tan cansado que en vez de 7 días parece que llevo meses así.
Cuando acabas la primera semana, lo primero que piensas el viernes mientras huyes más de una hora antes de acabar tu turno para coger el bus (que para algo es viernes) es: "bueno, pues no estuvo tan mal".

¡ES MENTIRA!

Probablemente pasarte la semana jugando con la morfina ha hecho que se te cuele un poco por ósmosis o inhalación, pero no te engañes, estás drogado. La semana ha sido horrible por mucho que las drogas colonicen tu sistema nervioso.
Este eres tú tras 7 horas lamiéndote la "gotita" de todo lo que se te queda en el dedo.
Atrás quedan 35 horas (porque está claro que aquí nadie se va antes de tiempo...) de trabajo, risas, angustia, miedo y sobre todo incertidumbre. Porque las dudas están por todas partes, y el estrés que te transmiten todos los que trabajan allí es agotador.

Sobre todo cuando deciden ponerse a dar cursos sobre un nuevo programa informático que el Sergas implanta mañana y de repente desaparecen trabajadores media mañana y tú tienes que cargar con todo mientras la hora se te echa encima y estás preparando la medicación de las 12 a la una y media.
Que esa es otra, justo nos tiene que tocar esto, que si ya les cuesta a ellos entender estos programas informáticos tan "mega-modernos" pues nosotros ya nos sentimos incultos totales. Y al final esto perjudica al paciente, que un error humano se puede evitar pero un error informático...
Pero lo peor de todo es madrugar.

Cuando vuelves a tu casa a las 3 de la tarde bajo el Sol, (bueno, bajo lo que de momento he tenido la suerte de que sea un cielo despejado) en un ataque de optimismo piensas que no está tan mal, que al final te lo acabas pasando bien. Como ya he dicho esto probablemente es por inhalar estupefacientes, porque trabajar 7 horas cansa bastante, pero dormir poco te transforma.

Esto es mentira. O los efectos de las benzodiacepinas.

Por la noche se va acercando la hora de irte a dormir, o al menos la hora a la que deberías irte a dormir, y tú solo puedes pensar en lo horrible que es el mundo para que te tengas que levantar en unas 6 horas para ir a tus prácticas (problemas del primer mundo, que le vamos a hacer).
En cuanto oscurece tu humor se marcha con el Sol y te vuelves borde e irritable. También se conoce este fenómeno como tu madre por la noche de un día de semana. 
Eso se mantiene hasta la mañana del día siguiente, cuando yo doy gracias de no ver a nadie a esas horas para no tener que escupirle un "buenos días" que no me creo ni yo.

Ese "a quien madruga dios le ayuda" debió de decirlo alguien que no trabajó en su vida, porque a mí Dios me castiga por madrugar.
Si no que alguien me explique por qué tengo que aguantar un paseo de 20 minutos a oscuras todas las mañanas al que ahora se le unen unos escasos 5 grados (gracias invierno). En ese paseo te replanteas toda tu existencia hasta el punto de que cuando llegas juras que mañana no vuelves. Pero al final, vuelves.

Porque yo a oscuras soy menos optimista y en cuanto a refranes me acerco más al "no por mucho madrugar amanece más temprano". De hecho es todo lo contrario, os lo dice alguien que vive más tiempo de noche que bajo la luz del Sol. Cuando te despiertas de noche y tienes que desayunar a oscuras congelado con tu taza delante mientras lees Twitter para ver si pasó algo interesante mientras tu dormías, es en esos momentos en los que te entran ganas de volver para tu cama que todavía sigue caliente y no salir de allí en toda la mañana.

Pero por muy horrible que sea madrugar, el ir andando de camino al hospital y llegar mientras ves que va amaneciendo a tu lado es una sensación interesante. Por un momento te olvidas de todo y solo ves la luz de la mañana, te sientes realizado y productivo. Pero pensar que la mayoría de la gente que conoces en otras carreras está durmiendo te da envidia. Que a ver por que tuviste que meterte en esto.
Pues por eso, porque nos gusta sufrir. Pero sin sufrimiento no se consigue nada, y sin madrugar te pierdes muchas de las mejores cosas de la vida, como ver amanecer, o entrar a trabajar a las 8 de la mañana.
Y ya solo quedan 4 semanas, que al final seguro que se acaban haciendo cortas.