martes, 24 de noviembre de 2015

Traumatología y su fauna

En esta entrada os relataremos un poco la clase de gente que uno se puede encontrar en trauma. Está claro que cualquiera puede caerse y necesitar un vendaje o un yeso, pero será de las "típicas" personas que podrías encontrarte en todos lados y que, por supuesto, también están presentes aquí de las que hablaremos.

Puede entrarte por la puerta el que entiende las cosas del revés (o quiere entenderlas así) y, por ejemplo, le dices que tiene que poner la mano de una manera para inmovilizarla correctamente y lo hace a la suya, que normalmente es una posición mucho más cómoda de la que tú le habías dicho.


Una variante es la persona a la que le dices que no puede hacer algo y protesta y se queja. Se da mucho cuando le dices a una señora mayor que no puede andar en 2 días para que el yeso tome la consistencia necesaria, y ella te contesta con un "pero eu teño que ir a leira" (que es entonces cuando piensas que menudas fiestas tienen que hacer las señoras en los huertos para decírtelo con esas ansias que sobrepasan la necesidad de supervivencia).


O por el contrario al que se lo dices, no protesta, pero ya intuyes por la cara que pone que te va a hacer menos caso que a la mujer mientras está mirando el partido de fútbol.


No nos podemos olvidar de las personas que no sabes cómo son capaces de andar con eses temblores de terror les recorren todo el cuerpo nada más entrar en el hospital mismo (y que unas simples tijeras pueden hacer que caigan redondos por el pánico).


También tenemos a los que se quejan por todo, y una mañana así con sólo pacientes de este tipo sería el peor día que tendrías en tu vida. Hagas lo que hagas, digas lo que digas, van a quejarse aunque no les duela o lo hayas hecho perfectamente. Normalmente la culpa nunca recaerá en ellos, siempre dirán que es por cualquier otra cosa o persona.


Y aunque puede pasar que todas estas personas se junten en la sala de espera para ir viniendo uno detrás de otro como si fuera un plan del universo para castigarte por aquel trozo de tarta que le robaste a tu hermano hace 10 años, siempre habrá alguien en el medio de todas estas personas que te alegre la mañana y con quien puedes trabajar a gusto. Así que si por algún casual ocurre que no llega la calma después de toda esa tormenta, solo queda ser amable, intentar sonreír y guardarte las anécdotas para poder al menos reírte más tarde.