sábado, 5 de diciembre de 2015

¡Buen provecho!

Como supongo que todos sabréis, estar ingresado en el hospital no es precisamente como la estancia en un hotel de cinco estrellas. No voy a hablar de recortes en sanidad ni mucho menos (por muy triste que sea que haya quien te eche la bronca por gastar mascarillas "de más" cuando entras a atender a una persona aislada, sí, en fin, mejor no comento...), sino del tipo de alimentación que tienen los pacientes. No, tampoco os voy a hablar del menú, de si los martes hay bacalao o carne a la plancha, sino de los tipos de alimentación artificial que se usan para aquellos pacientes que no son capaces de alimentarse por vía oral.

Hay dos tipos de alimentación artificial, la enteral, que es la que se realiza a través de una sonda nasogástrica u orogástrica, y la parenteral, que es la que se realiza por vía intravenosa.

Nutrición enteral

Este tipo de alimentación se utiliza cuando el sujeto es incapaz de ingerir los alimentos por vía oral pero tiene capacidad digestiva. Por lo tanto los alimentos pueden ir directamente a través de una sonda al estómago donde se comienza a realizar la digestión. 
Para poner la sonda, hay que medir desde la nariz hasta el lóbulo de la oreja y desde ahí hasta la apófisis xifoides, que es la parte más baja del esternón. Esa será la medida de la sonda que se debe introducir. Se metería por uno de los agujeros de la nariz hasta que se note impedimento para seguir (al llegar a la epiglotis) y ahí se le pediría al paciente que trague, para que la sonda pase sin ninguna dificultad y no acceda al torrente respiratorio. El problema está cuando se trata de pacientes que no responden, porque no tragan cuando se lo pides. En mi caso, tuve la oportunidad de poner sondas nasogástricas a estos dos tipos de pacientes, en el primer caso fue bastante laborioso porque era un paciente en coma y le daban nauseas, y sólo pude hacerlo cuando tragó por si mismo, y en el segundo caso fue muy sencillo porque tragó saliva cuando se lo pedí y la sonda pasó sin problema.
Una vez introducida la longitud medida anteriormente, se procedería a comprobar que realmente está la sonda en el estómago y esto se puede hacer de dos maneras: la primera es inflando aire por la sonda con una jeringuilla de 50 cc y comprobar si se escucha, y la otra es aspirando con la misma jeringuilla y ver si lo que sale es jugo gástrico. Normalmente lo que se hace es lo primero. 
Por último, solamente quedaría fijar la sonda con un pequeño apósito que hay que ir cambiando. También es importante girar la sonda de vez en cuando y fijarla en un sitio diferente al anterior para evitar que se formen heridas en la nariz.

La sonda orogástrica se usa menos porque es mucho más incómoda, por ejemplo si se trata de un paciente que puede hablar. Se pone cuando la introducción por la vía nasal es inviable o supone algún riesgo, por ejemplo en el caso de un paciente que haya sufrido fracturas craneales, que provoque que la sonda pueda colarse por algún orificio equivocado.














En el caso de tratarse de pacientes que requieran el uso prolongado de sonda nasogástrica se procedería a realizar una gastrostomía, es decir, introducir una sonda directamente al estómago a través de la pared abdominal.



Nutrición parenteral

Cuando se trata de un enfermo que no tolera los alimentos a través de la vía digestiva se recurre a la nutrición parenteral, que es la introducción de nutrientes por vía intravenosa, en una vía central o periférica.