Otro agotador día que tienes que madrugar, caminar mientras el viento helado te congela poco a poco, y llegar a la consulta en la que no tendrás muchos que hacer. Sin embargo ese día, una de las visitas previstas es a la UCI de neonatos, así que vas con más ansias y de mejor humor.
Entrar en pediatría es un mundo aparte, las paredes están todas decoradas con dibujos, personajes de disney, animales y demás. Por lo que la estancia de esos niños se hace mucho más agradable, haciendo más sencillo el trabajo de una enfermera, de un médico, etc. Pero no solo ayuda por el menor número de quejas y gritos, uno también se contagia de la alegría que existe en esa planta, y todo se hace más llevadero.
La parte de la UCI sin embargo no es tan alegre, ya que llegas a ver niños y bebés en estado crítico. Sin duda lo peor de todo es llegar al lugar y ver esas cunas cerradas y minúsculas, con los cuerpos también minúsculos de los recién nacidos, y allí es a donde nos dirigíamos.
En este caso, el bebé estaba recién operado debido a una gastroquisis, enfermedad en la cual existe un orificio en la pared abdominal, que provoca la salida de los intestinos (en algunos casos también del estómago) hacia el exterior. Es un defecto congénito, es decir, que ya existe en el nacimiento, pero no genético, así que no se transmite de padres a hijos. Hay factores que influyen en la aparición de esta patología, como son ser madre adolescente, los embarazos de alto riesgo (abuso de drogas, el tabaco, las infecciones durante el embarazo...), en general podemos resumirlo en los embarazos que favorecen el bajo peso del bebé en el nacimiento.
Esta patología es muy similar a la onfalocele, siendo la diferencia que en esta última los intestinos salen al exterior pero están recubiertos por una membrana. Es menos frecuente que la gastroquisis.
En este gráfico se muestra una estimación que nos muestra la diferencia de casos entre una enfermedad en otra. El estudio fue realizado en Estados Unidos entre los años 2004 y 2006.