Ya es jueves y estamos a muy poco de terminar nuestra tercera semana de prácticas. Se está convirtiendo en una experiencia bastante interesante. Dejando de lado claro, que la falta de sueño perjudica gravemente a nuestro humor diario.
Mi presencia en el hospital ya se ha asimilado hasta el punto de que los familiares ya me saludan con confianza y una sonrisa. Esto puede parecer absurdo, pero es que para ellos ya no eres ese "muchacho" que va paseando por el pasillo haciendo cosas aquí y allá.
Ahora eres aquel alma caritativa que no perdió ni un minuto (o eso creen ellos) en atenderles cuando el paciente al que acompañan tenía dolor, fiebre, náuseas... y tú les llevaste la solución. Tú y solo tú eres la imagen del ángel de la salud.
Aproximación gráfica |
Pero no solo con los familiares ya tienes confianza. También con el personal del hospital. Por supuesto con los enfermeros (mal iríamos si a estas alturas no tienes confianza con ellos). Pero también con los médicos, ya que con ellos tienes bastante contacto.
Empiezas a sentirte importante cuando los de prácticas somos los únicos que repetimos turno todos los días, por lo que también somos los que (en teoría) sabemos todo lo que se hace, a quién se hace, y cómo se hace durante esas 7 horas. Así que al final te acaban preguntando las cosas a ti. Luego no tienes ni idea y te sientes fatal pero ese ya es otro tema.
Una de las prácticas fundamentales que se realizan todas las mañanas son los pases de visita médico. Los pases de visita se hacen todas las mañanas sin excepción (normalmente, claro) y consiste básicamente en que el médico va visitando a todos los pacientes que le corresponden. Era obvio.
Lo más interesante de esto es que según con quién te toque puede ser fugaz, corto o interminable. Pero siempre es instructivo, y eso es lo importante en unas prácticas, digo yo. Porque te van enseñando y tu vas escribiendo en tu bloc de notas como un alumno aplicado.
Para mí resulta divertido porque es como una excursión en la que nos juntamos médicos, enfermeros y proyectos de ambos bandos. Según el día pueden faltar los proyectos (sobre todo si es viernes), y cuando hay mucha carga de trabajo son los enfermeros los que no aparecen, y entonces te quedas tú en representación teniendo que atender a todo lo que pase y se diga. Y si preguntan sobre el paciente, te lo preguntan a ti. Te sorprendes a ti mismo conociendo un montón de detalles sobre otras personas que ni siquiera tú sabías que estaban en tú cerebro, y por primera vez sientes que el nivel de tu ego baja (ligeramente) para dar paso a algo llamado empatía. No, no se come.
Según el día también puede ser que el médico tenga mucho trabajo, o pocas ganas de hacer del pase de visita una ruta turística. En esos días despista a los proyectos entre cruces de habitaciones y despachos y se pone a pasar visita express él solo. A ti te da pena porque te gusta saber qué va pasando con los pacientes, pero es lo que hay.
Otros días eres tú el que gracias a una serie de órdenes continuas de tu enfermera tienes que ponerte a trabajar (seguramente sea algo que no te gusta) y te pierdes las visitas. Suele ser también esos días cuando menos caso haces a tu enfermera. Y ya no te pierdes la visita.
Algunas veces el médico se enrolla. Porque le gusta. Porque le importan los pacientes. Porque sí. Y entonces la visita a unas 6 habitaciones que no debería durar más de 20 minutos se convierte en una interminable tertulia de más de una hora en la que tú intentas mantener el equilibrio y la dignidad con un impresionante dolor de piernas y picor en todo el cuerpo.
De repente te das cuenta de que estás con la mirada perdida (la tuya), mientras el resto de miradas apuntan precisamente hacia ti esperando la respuesta a una pregunta que tu cerebro estaba demasiado cansado para escuchar (otro efecto secundario de dormir poco).
Ves como las no-agujas de la hora de tu móvil van avanzando mientras tu tiempo de descanso se va haciendo más y más breve, hasta que se vuelve negativo y te das cuenta de que probablemente deberías estar haciendo otras mil cosas. Pero claro, no te vas a ir ahora que solo le queda una habitación. Como no podía ser de otra forma, tú, inocente, iluso, tonto, no sabes que en esa última habitación se encuentra un paciente y una familia con la que el médico tiene una confianza digna de una charlita de unos 15 minutos más...
En el fondo es una actividad divertida, otra más, que te marca el corte de la acción de primera hora de la mañana al relax de segunda hora. Y así también compartes tu sufrimiento con los proyectos (porque allí nos juntamos to-dos).
Lo mejor de todo es esa mirada entre infantil y a la vez muy madura con un toque travieso de los pacientes cuando el médico les pregunta que quieren, y ellos simplemente responden:
"Ir a casa".