domingo, 22 de noviembre de 2015

Medicina interna... llamémosle mejor "enfermera interna".

Suena el despertador cuando tan solo son las 6:30 de la mañana. Te pones a contar cuantas horas conseguiste dormir, no sé, unas cuatro. Intentas volver al mundo real y te acuerdas del porqué de tener que levantarse a esas horas… Pero igual no es lo peor, lo peor es saber que nada más llegar al hospital tendrás que tomar las constantes. Primero, porque no podemos negarlo, es de lo más aburrido del planeta, aunque ojalá encontrase a alguien que le gustase, así ya iba él por mí todas las mañanas. Y segundo es por un “problema” personal que viene ya ocurriéndome desde pequeña: me da muchísima pena despertar a la gente. A veces, entraba en una habitación, encendía las luces, me acercaba al paciente y le decía “buenos días”, pero algunos ni así despertaban, entonces les tocaba levemente en el brazo para despertarlos (lo cual me daba aún más pena). No creáis que tocándoles en el brazo despertaban, algunos eran duros de pelar que hasta tenías que abanearlos un poco. Ah, y chicos, no os asustéis si éstos se quedan dormidos mientras le tomáis la temperatura o la tensión, sobre todo si son personas mayores. A mí me pasa constantemente.

Como novedad del día de hoy, fue realizar las glucemias. Yo ya tenía cierta experiencia (porque ya se las tomaba a mi abuela mucho antes de decidirme por esta carrera), por lo cual tampoco fue tan novedad. Como supongo muchos sabréis, es una maquinita, como una máquina de tamagotchi (que eso sí que todos sabéis lo que es) en la cual se introduce la tira reactiva y ya la máquina se enciende sola. Luego solo tendrías que escoger el dedo que más te guste (yo siempre se lo doy a escoger al paciente), limpiarselo, pinchar con la lanceta (que en mi hospital se utilizan las de la imagen de abajo), recoger una gota de sangre con la tira y esperar el resultado, indicándole al paciente que apriete con la gasa uno o dos minutos. 




Muy sencillo, tan sencillo que a veces ya vas tan confiada que se te olvida quitarle el seguro de la aguja e intentas pinchar y no va, y vuelves a presionar el botón aún más fuerte hasta que te das cuenta y piensas: si es que... rubia tenía que ser (al menos tenía un motivo, las morenas no lo tenéis). Pero lo bueno es que haces sonreír a la gente con tus confusiones, mientras sean esos pequeños fallos los que cometa y no otros, todo irá bien.