lunes, 14 de diciembre de 2015

El día de las analíticas

Bueno, así como hay días en los que te levantas y parece que "te comes el mundo", también hay otros en los que si no andas a rastras es porque aún te da más pereza que caminar normal. Hoy fue uno de esos días. 

Actualmente, mi forma de vida es la de poner el despertador a las 6:25, despertarme y volverlo a poner a las 6:45. Así me alegra la vida saber que puedo dormir 20 minutos más. Pero creo que voy a dejar de hacer eso, porque últimamente esos 20 minutos me hacen sentirme más muerta que viva, y la pereza que me dio hoy levantarme no fue normal. Menos mal que tengo el interruptor de la luz al lado y la enciendo nada más despertar, así me auto-obligo a salir de cama y vestirme. Me voy, obviamente, sin desayunar y monto en el bus a las 7:10. Al llegar al hospital casi me quedo a dormir, menos mal que no en el bus, sino igual me pasaba de parada y a saber dónde acababa. 

Nada más llegar al control, me dice una enfermera: "esther, tienes allí un sobre para ti"; lo cuál me extrañó, pensé hasta en un regalo de navidad, pero al ver que solo me lo decían a mí y no a mis compañeros de prácticas, pregunté: "¿Qué sobre? ¿Qué tiene?". Eran mis bolis, que me los había dejado allí el viernes pasado. Me quedé con ganas de un regalo, o dinero, o mis notas con todo dieces (al menos dejadme soñar). 
Una vez acabadas de tomar las constantes, fuimos los tres de prácticas a hacer analíticas. Hasta cuatro había. Las dos primeras fueron un intento nulo porque más que venas tenían "pelos" de lo finas que eran, entonces preferimos no arriesgar. En la tercera lo conseguimos solos y la cuarta con un poco de ayuda. Pero nos tendieron una trampa. Las pegatinas de cada paciente estaban mezcladas y regresaron los tubos de laboratorio. Después de una mini bronca hacia nosotros, los cuales no teníamos culpa porque no fuimos nosotros quienes pusimos las etiquetas, volvimos a junto la señora a repetirle la analítica. Aun por encima era la única que habíamos conseguido hacer solos. Pues llamadle mala suerte, pero esa segunda vez no fuimos capaces. 

Hasta ahí la mañana parecía que no podía ir a peor, y, efectivamente, no lo fue. Terminamos rápido de repartir la medicación, entonces me puse a ayudar a otro enfermero. Cuando ya eran las 12:10 fui entonces a mirar las glucemias y pinchar luego sus correspondientes insulinas. No parecía ya que fuese a haber mucho más movimiento, hasta que mi enfermera me dijo que había que hacer una analítica y allá fuimos entonces la chica de prácticas y yo. Lo intenté. Solo puedo decir eso, pero algo del brazo de ese señor no me dejó pincharle, era como intentar pinchar una piedra, cosa que aún no me enseñaron ni creo que lo hagan, pero al menos el señor fue muy majo y todo un valiente por aguantarnos sin quejarse ni nada. 

Y ahora por la tarde, pues aquí me hallo, contándoos mi mañana, y ahora si me lo permitís voy a echarme una siesta, de esas que ni pones la alarma para despertarte, de esas que cuándo te derpiertas dices: