lunes, 23 de noviembre de 2015

Traumatología: Falsas esperanzas

Lo único y principal que pasa por tu cabeza es querer hacer cosas, ya sea, pinchar, sacar grapas o, simplemente, cambiar un apósito. Es por eso que el primer día llegas con ganas de comerte el mundo, animada y con una sonrisa de oreja a oreja esperando impaciente el momento en el que te digan que tienes que hacer algo. Pasan las horas y tu cambias lo de esperar por desesperar, porque van pasando las horas y sigues mirando, es entonces cuando te vienen a a cabeza tus prácticas de fundamentos con muñecos en las que pensabas que no hacías nada y las recuerdas con anhelo.

Después de este período de impotencia y desilusión, viene la etapa en la que te planteas gritar a los cuatro vientos que sabes hacer cosas, que puedes y que quieres, aunque sea abrir un paquete de gasas.



Pero te traicionan los nervios y el miedo (siempre lo tendrás aunque intentes aparentarlo). Te armas de valor, te preparas para preguntar...y llaman a la puerta, Así que ahí estas tú, con tus ansias tiradas por el suelo mientras ves entrar a estudiantes de medicina que también se suman a observar, y simplemente observar, qué se hace en una consulta de traumatología. Lo bueno de esto es que por lo menos alguien te comprende y sufre por lo mismo.

Llega entonces la media mañana, la consulta se paraliza y las enfermeras te ofrecen la posibilidad de tomarte un descanso que aceptas encantada con tal de salir del encierro en el que te encuentras. Los futuros médicos hablan de las posibilidades de ir a quirófano al día siguiente, y tú los empiezas a odiar un poco, mientras rezas para que al día siguiente en la consulta te dejen hacer algo más que mirar.

De vuelta en la consulta te percatas de que toda la gente que se aglomeraba esperando fuera por la mañana podría perfectamente ir viniendo más tarde y aprovechar horas de sueño (que tu ya las ves como un bien escaso), porque no hay absolutamente nadie, y no os podéis ni imaginar lo aburrido que es eso. Los privilegiados que están a esas horas van viniendo a cuentagotas.

A pesar de todo, algo bueno tenían que tener las consultas, y es que en cuanto tú terminas con los que tienes citados, y los médicos acaban de pasar a los suyos, el trabajo se termina y puedes marcharte. Aunque insistas en quedarte para demostrar que tienes interés (o para conseguir una buena nota de prácticas) no te servirá de nada, porque no vas a ver más de lo que se presentó en la consulta ese día.