martes, 22 de diciembre de 2015

El gordo

22 de diciembre.
Muchas cosas pasan el 22 de diciembre.
Para nosotros, era nuestro último día de prácticas. El último día de las primeras prácticas de nuestra vida.
Había sido un mes y medio complicado, con muchas idas y venidas, muchos subidones y muchos (muchísimos) bajones.
Así que siendo este nuestro último día esperábamos que el único gordo que nos tocase fuese uno que pudiese mandarnos a unas buenas vacaciones de "invierano" a Australia.
Cuan equivocados estábamos...

Llegamos al hospital dispuestos a tener un día relajado, de despedida, divertido... Nada más lejos de la realidad. Al pasar los controles a primera hora de la mañana te encuentras con pacientes con fiebre, nada fuera de lo normal, así que a un paciente se le medica para que le baje la fiebre. 15 minutos después ya no había paciente.

¿Muerto? Pero... ¿qué?
Tras más de un mes consiguiendo que todos mis pacientes sobreviviesen a mi turno el último día se me muere uno. Es un palo importante, sobre todo para la familia que ni siquiera se había enterado (en algunos pacientes la diferencia es prácticamente nula).
Así que toca, primero, comerse el marrón de ir a la habitación a hablar con los familiares y segundo, desmantelar al paciente (que técnicamente ya es un cadáver) y toda la habitación. Muy turbio todo.

Luego te olvidas del tema y sigues con lo tuyo, que lo que sobra son cosas que hacer.

A media mañana por fin puedes disfrutar de tu descanso, pero recuerdas que los resultados de las analíticas te esperan en preventiva así que vas. Todo esto, claro, sin haber tenido un triste minuto libre para comerte una galleta o algo, así que sigues en ayunas.


Al llegar a preventiva (sin cita, como debe ser) nos dicen que esperemos un "minutito" que en seguida nos atienden. Sí, un minutito. Pero en unidades del sistema internacional no, ese minutito venía en unidades de publicidad de Antena 3.

Una hora y media allí esperando nos tuvieron los muy desalmados. Y nosotros que estábamos en un supuesto descanso de 30 minutos. El último día y escaqueando más que en todo el mes.
Para cuando se dignan a hacernos caso resulta que lo que creíamos que era ir a ver unos simples resultados se convirtió también en lo que podríamos llamar "excursión a (des)preventiva 2.0". 
Primero vimos los resultados. Nunca, repito, nunca jamás, tendrás tanto miedo de un positivo o un negativo y lo que puedan significar. En cuanto aparece tu historia en la pantalla buscas desesperado los resultados. Rubeola... me da igual. Sarampión... ya lo pasé. VHC, VIH... todas las V... bueno, parece que salimos vivos de las primeras prácticas.
Pero, sorpresa, el tener que memorizar tanta información en los últimos años ha hecho que te olvides de tu inmunidad a las hepatitis. Bueno a lo mejor no es por eso, pero el caso es que tienes que volver a vacunarte. Y vas a empezar hoy, para qué esperar.
Cuando te ponen una vacuna no te duele la aguja, eso casi no lo sientes. Lo que te duele es la vacuna mientras va pasando. Sobre todo si te la pasan rápido (incluyo aquí mi agradecimiento especial). Así que ahí estás tú en tu último día sufriendo el dolor, viviendo esa típica escena:

La imagen es cruel, lo sé.



- Aguanta, vamos, no me dejes!

- Y pensar que solo me quedaba un día para retirarme...





Al terminar volvemos a la unidad con dos horas de retraso y un dolor en el deltoides importante. No hace falta decir que nuestra ausencia se ha sentido y nos la echan en cara. Justo el último día. Para que se acuerden de nuestra vagancia al poner las notas (lo nuestro es mala suerte).
Para cuando llegamos ya ha salido el gordo. Y le ha tocado enterito a un pobre paciente que va a terminar la mañana atacado por todas partes, Análisis, dos tomas de hemocultivos, muestras de mucosas en orificios que prefiero no nombrar y gasometrías. Además tiene fiebre. Está claro que cuando viene lo malo, viene todo junto. Tras dejarlo vacío de sangre damos por terminada la mañana.

Toca despedirse, después de más de un mes allí. En el fondo es más bien un hasta luego, teniendo en cuenta que ellas van yendo para dónde les lleve la vida y no me extrañaría que volviésemos a coincidir en otra unidad. Hasta entonces, ha sido un placer, aunque no pienso volver a pisar un hospital hasta el semestre que viene así me desangre en la calle.