sábado, 26 de diciembre de 2015

Final de paliativos

Y al final pasaron las 5 semanas.
Cuanto tiempo, cuantas horas, cuantas mañanas deseando que llegase este momento.
Al final terminamos el mes y medio de prácticas, y con él ya damos por listo el primer semestre, a la espera, claro, de los exámenes.
Pero realmente han sido unas semanas duras.

Es el primer contacto que tenemos en nuestra vida con el mundo laboral (al menos para mí), y entramos de lleno en un horario de funcionarios, que te descoloca, por no decir que te amarga la vida.
La primera semana te la tomas de prueba, a ver como te sienta eso de entrar a las 8 y salir a las 3.
Y es malo.
No hay anuncios de gente feliz desayunando a oscuras ni películas con gente disfrutando de un buen zumo a la luz de la luna. Porque antes de que salga el sol la felicidad no existe.
Sé que he repetido en numerosas ocasiones lo horrible que es madrugar, pero no os podéis hacer una idea si no os tenéis que levantar antes de las 7 de la mañana. Toda tu vida se ve alterada, desestructurada. Al principio crees que podrás sobrellevarlo, pero cada vez que suena el despertador te quita las ganas de vivir. Probablemente si la gente guardase cuchillos en la mesa de noche el índice de suicidios aumentaría drásticamente.

Lo peor de todo es que se convierte en el centro absoluto de tu vida. Es lo único en lo que puedes pensar. Llegas a mediodía a tú casa y al terminar de comer ya piensas en hacer todo lo que tengas que hacer rápido para luego irte a dormir y que puedas disfrutar de que el despertador te marque más de 6 horas de sueño. Claro que para las personas que en su rutina diaria no llegan a casa hasta las 23.30 lo de intentar acostarse pronto es misión imposible.

Por muy maravilloso, gratificante y divertido que sea lo que hagas en el trabajo (que no lo es tanto), el tener que madrugar le quita todo el esplendor. En el momento en el que el los rayos de sol dejan de entrar por tu ventana se apodera de ti un mal humor inusual, y cualquier ser vivo que se te acerque corre el riesgo de ser espantado a gritos.
A pesar de todo, del sueño, el cansancio, todo el pesimismo (que ha sido mucho) y esos ataques de estrés (que también han sido muchos) en los que solo querías dejarlo todo y volver a la comodidad de tu hogar, ha sido una buena experiencia. Por mucho que cueste hacerse a toda esa rutina es algo que hay que hacer en la vida, porque por desgracia no nos ha tocado la lotería. Y hay que llevarlo bien. En el trabajo vas a conocer a gente, unos mejores, otros peores, pero que por lo general te ayudarán a sobrellevar tu día a día. Y al final acabarás pasando momentos divertidos, ganando experiencia y viviendo muchas, muchas anécdotas que contar.

Antes de empezar a trabajar en paliativos me parecía que difícilmente podría haberme tocado una unidad más complicada. No tanto por el trabajo, si no por lo que supone una unidad de cuidados paliativos. Para que os hagáis una idea estos son los pacientes que han salido de la unidad desde que yo empecé las prácticas:


Con esto quiero mostrar el por qué de mi alegría cuando mandábamos a alguien de alta para su casa. Al principio se hace difícil el estar rodeado de este ambiente, en el que tus pacientes mueren sin que puedas hacer nada por evitarlo, pero es algo con lo que aprendes a vivir.
Tras 5 semanas, conseguí evitar que paliativos se apoderase de mí y yo mismo me apoderé de paliativos. Ahora toca disfrutar de un más que merecido descanso, y quién sabe dónde iremos a parar en las próximas prácticas. Solo espero poder pasarlo igual de bien y tener (bastante) menos sueño.
Hasta entonces, ha sido un placer (sobre todo acabar, para que mentir).