sábado, 19 de diciembre de 2015

Últimos días ajetreados...

Como no me apetece nada seguir hablando de enfermedades y operaciones, os voy a hablar directamente de mi rutina estos últimos días de prácticas. En realidad la mayoría de las personas no acaban sus prácticas este viernes, sino el martes, pero nos dejan dos días en los que podemos faltar sin justificación alguna y yo elegí el lunes y el martes. 

En mis últimos días no he parado ni un momento, de hecho han sido los días que más tarde hemos salido. Como dije en la anterior entrada, parecía como si los pacientes se hubiesen dado cuenta de que nos queríamos marchar y no nos quisieran dejar.
Para empezar, pasé de tener cinco camas vacías a tener aforo completo de habitaciones. Esto ya no nos supone un problema porque pasamos controles como aquellos camareros que llevan tres platos en cada brazo yendo en patines: somos auténticas expertas. Y mientras pones el tensiómetro a un paciente, uno de los termómetros ya está puesto en el otro. Y mientras esperas a que el tensiómetro acabe con el segundo paciente estás anotando la temperatura y preguntándole si ha hecho de vientre al primero.



Lo sé, parece demasiado complejo para los que seáis inexpertos, pero todo es cuestión de práctica, amigos. Pues bien, mientras nosotras hacemos esto, nuestra enfermera va preparando la medicación y nos la encontramos a mitad de camino. Sin embargo, esta semana ha habido un par de veces en las que he acabado tan rápido que mi enfermera casi no había empezado ni a repartir la medicación.

El último día faltó una de mis compañeras, y tuvimos que pasar también sus controles y ayudar a su enfermera cuando nos lo pidió para quitar vías, hacer curas, cambiar sueros... Casi estuve más con esa enfermera que con la mía. Después pasamos toda la mañana de arriba para abajo, preparando la medicación de las 12, y haciendo todos los cuidados de nuestros pacientes. 

El motivo por el cual salimos tan tarde estos dos últimos días es porque a una de mis pacientes, llegadas las dos de la tarde, comienzan a darles ataques de ansiedad. Como es una paciente operada de un problema cerebral todavía no es del todo consciente de lo que hace o dice a veces, y en sus ataques se dirige a personas que no están en la habitación. 
Estuve más de media hora intentando que se calmara. En realidad yo no tendría porqué estar con ella tanto tiempo, mi enfermera ya se había ido después de darle medicación para que se tranquilizara, pero yo me sentí en la obligación de quedarme un rato más.
En el momento no lo pensé demasiado bien y creo que no debería haberme quedado, porque la verdad es que yo no pintaba nada allí, y lo único que hacíamos era poner más nerviosa a la paciente. Además, el hecho de quedarme tanto tiempo creo que hizo pensar a los acompañantes que era mi deber, cuando no era así, porque simplemente estaba ahí porque quería. En ese momento no tenía nada más que hacer, pero si fuese enfermera no podría haberme quedado tanto tiempo.
Esto sólo es una anécdota más. Experiencias que te van enseñando cosas nuevas y cómo actuar en cada momento. Esto pasa con todo, cuando te mandan hacer cualquier cosa: la primera vez no sabes qué hacer, y seguramente la segunda también andes algo perdida. Pero las siguientes ya no tendrán ni que acompañarte cuando vayas a hacerlo. 

Si algo he aprendido de estas primeras prácticas es que no sabes hacer nada, hasta que lo haces tú mismo, de nada sirve aprender la teoría si no la llevas a la práctica, y he aprendido más en este mes sobre este oficio que en todo el año pasado.