Comenzamos fuerte el día. Otro fallecido al que había que hacerle un electro, pero creo que esta vez me impresionó más. Porque a esa misma persona el día anterior le estábamos haciendo las curas y no tenía mala pinta, esa pinta de que se va a ir de un momento a otro. Y es chocante, tal y como ya os expliqué anteriormente, esa fina y tan traspasable línea que nos separa de pasar al otro barrio. Es raro cuando vives tan cerca de la muerte, más que raro tal vez irónico. Y difícil. Más que difícil. Más todavía cuando tienes conocimiento de que esa persona ya no tiene salvación, de que sabes que va a allí para que no sufra, porque todo se vuelve frágil. La gente va a la universidad y les enseñan a construir casas, grandes edificios. Les enseñan matemáticas, idiomas, las leyes de la física o millones de reacciones químicas. Te explican cómo funciona una central eléctrica o cómo es capaz de volar un avión. Pero ninguna universidad te explica a cómo sobrellevar una muerte. Cuanto más sobrellevar más de una muerte por día. Porque vale que no son familiares, ni amigos, pero sí que se podrían considerar como conocidos. Pasas 7 horas al día con ellos, los acabas incluso conociendo, sabiendo de qué pie cojean, sabiendo si se quejan de vicio o porque realmente les duele algo. Y te choca. Como una señora mayor que llamó al timbre y fui a ver qué quería. Al parecer solo quería que la levantasen un poco de cama, y digo al parecer porque cuando acabé de ayudarla me agarró del brazo y me empezó a hablar. Lo que realmente quería era a alguien con quién hablar. Una señora super maja y muy amable que me llegó a preguntar por mi edad, pero no es la mía la que importa, era la suya. Noventa y cuatro años. Con la cabeza bien amueblada... "Para qué queres chegar a miña idade, para estar así tiradiña nunha cama", me dijo. Pero realmente es todo un logro tener esa edad y saber hablar razonadamente, o simplemente poder hablar. Que uno nunca está tan mal como se cree, que te puedes quejar de que tu vida es un asco pero siempre va a haber una peor. Esa señora pude comprobar más adelante que realmente es super positiva, que como todos los humanos tenemos un punto de flaqueza en el que nos dejamos llevar por la tristeza, por así decirlo, y así como conmigo se mostró como "apagada", al día siguiente fuimos los de prácticas a hacerle un electro y fue una persona muy diferente. O cambió de opinión sobre la vida o sabe fingir cuando hay más gente, que como dice mi madre muchas veces: "la procesión va por dentro".
Aprendes a valorar a la gente, a ayudarla, porque la enfermería es más bien una universidad de la calle, autodidacta. Aprendes de otros enfermeros, de otros compañeros, pero también aprendes de miles de seres humanos que, tal vez, estén en el peor momento de sus vidas. Aprendes la diversidad de comportamientos humanos, aprendes a saber cómo tratar a cada persona. Aprendes que la vida es una oportunidad, y no hay más, y tú decides cómo aprovecharla. Pero eso sí, que nadie te robe el humor ni la oportunidad de continuar sonriendo.