miércoles, 9 de diciembre de 2015

Electrocardiogramas con sorpresas.

Os contaré esta anécdota pero con todos mis respetos, como siempre. 
El día transcurrió sin mayor complicación. Ya casi era la hora de marchar cuando la chica que está conmigo de prácticas me dijo si quería acompañarla a hacer un electro. Hasta ahí todo bien, ya os lo tengo contado en otras ocasiones, pero este electro no fue normal. Llegamos a la puerta de la habitación y se trataba de un aislado, por lo tanto nos protegimos adecuadamente. Entramos los tres de prácticas más la enfermera, yo solo obsevaba mientras ellos colocaban los electrodos. Me di cuenta entonces del tono de la piel del señor, aparte que estaba con los ojos cerrados, la boca abierta y ni se movía... Efectivamente, mis sospechas de que yacía muerto se confirmaron cuando el electrocardiograma tan solo era una línea recta. Yo entré allí, tan campante como si nada, sin saber que el señor ya estaba muerto, por lo que al salir, cuando ya llegamos al control  y los familiares del paciente no podían escucharme, le dije a la de prácticas que me había invitado a acompañarles: oye.. podías haber avisado y no me llevaba la sorpresa de que estuviese ya el señor muerto.



Sí, fue así, tal cual toda una sorpresa. 
Siempre es complicado ver cómo una cosa que siempre hace como "montañitas", en un momento dado como ese, no haga nada. Nada. Esas curvas se convierten en la más perfecta línea recta que puedas ver, y la única línea recta que es capaz de hacer que personas lloren o se conmuevan, o que te hagan pasarte media hora pensando miles de cuestiones filosóficas: si nacemos con algún propósito, si realmente merece la pena luchar tanto para acabar como todos sabemos que vamos a acabar, si habrá alguien a nuestro lado en el último tramo de nuestras vidas, y eso todo si es que llegamos a viejos. 
En parte, este trabajo me ha hecho replantearme muchas cuestiones de mi vida, de mi futuro, pero también de mi presente. Aprendes a valorar la salud, a valorar a otras personas y sobre todo, valorarte a ti mismo. Te das cuenta que la vida son realmente dos días, que no sabes dónde ni cómo estarás mañana, que lo que importa es el hoy, el presente, que tenían razón con el dichoso carpe diem: "aprovecha el momento". 

Saborear los buenos momentos, vivir más en calma y disfrutar siempre es ahora mi forma de vida, porque realmente no sé cuánto viviré, nadie lo sabe, pero lo que sí sé es que quiero pasármelo bien, quiero llegar a vieja y haber vivido realmente, no arrepentirme de no haber hecho tal cosa. Y disfrutar de tu trabajo creo que es una frase que pocas personas pueden decir. Por suerte, yo puedo.