sábado, 12 de diciembre de 2015

Los médicos son amigos, no comida!


Una de las cosas en las que no me he centrado mucho pero que es indispensable para que podamos realizar nuestro trabajo son los médicos.

Mucha gente piensa que las enfermeras somos las "ayudantes" de los médicos, que ellos lo hacen todo, y nosotras solamente les pasamos el bisturí, les limpiamos el sudor... y poco más. Pero no es cierto, ni mucho menos. 
Tengo que admitir que me tendría que incluir en este grupo antes de entrar en la carrera de enfermería. Es una creencia popular muy extendida que hace que nuestro trabajo esté bastante desprestigiado. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. No quiero comparar el trabajo de los médicos con el trabajo de la enfermería, porque sencillamente son trabajos diferentes que se ayudan mutuamente. Nosotras no podríamos trabajar sin la labor de los médicos, de la misma manera que los médicos no podrían trabajar sin nosotras. Pero no me quiero centrar en esto, sino en los momentos de la mañana en los que yo veo a los médicos.

En primer lugar, cuando pasan visita. Esto es, cada mañana los médicos van por todas las habitaciones para comprobar el estado de los pacientes personalmente, y estudian si necesitan realizar algún cambio en sus tratamientos, si les dan el alta...
El resto de la mañana no suelen estar en planta, sino que están en quirófano, en consulta... aunque a veces realizan pequeñas operaciones en la propia habitación del paciente, algunas de las cuales yo he podido acudir de espectadora.

Una de ellas es una punción lumbar (yo ya he visto dos). 
La punción lumbar se utiliza para obtener una muestra de líquido cefalorraquídeo (LCR). Este líquido es transparente. Pero en una de las pruebas que presencié salió de un color amarillento, lo cual ya indicaba, antes de analizar la muestra, que algo no iba bien.

La prueba se realiza con el paciente en décubito lateral (para los no enfermeros: tumbado de lado) con las rodillas sobre el abdomen y la barbilla pegada al tórax para que las vértebras estén bien separadas, y se introduce una aguja (bastante larga la verdad) en la zona lumbar, más abajo de la médula espinal para no dañar ningún nervio, y se comprueba que está bien colocada con la salida de LCR.

La zona dónde se introducirá la aguja debe estar previamente limpia con un antiséptico para que la zona sea lo más estéril posible, y se suele poner un paño fenestrado también para proteger la zona lo máximo posible.


Una vez introducida la aguja debe medirse la presión del líquido cefalorraquídeo con un manómetro para comprobar que todo esté correcto.



Después de esto, se procedería a la extracción de LCR, que gotea desde la aguja a los tubos estériles:


Otra de las cosas que he podido comprobar en las dos intervenciones a las que he acudido, es que los niños y jóvenes en general tienen mayor resistencia al dolor que los adultos. Hay casos para todo obviamente, pero ya he visto esto en varias ocasiones diferentes.