sábado, 28 de noviembre de 2015

The scientist

Es fin de semana, parece (al menos a mí) que el Sol brilla más, los días son más largos y hace más calor - claro que las estufas ayudan en esto último.
He dormido esta noche lo mismo que los dos últimos días de la semana juntos. Y aún así tengo sueño.
Tras dos semanas haciendo prácticas parece que el horario de funcionario se ha apoderado de mí sistema nervioso y ya me he acostumbrado a entrar a trabajar a las 8 de la mañana.
Y todavía quedan otras 3 semanas. Esto hace que me replantee seriamente mi ciclo del sueño para que en fin de año no tenga que acostarme a las 10 y media de la noche.
Esto es la felicidad.

Pero bueno, el caso es que después de esta semana he decidido recapitular sobre todo lo que he presenciado en estos pocos pero largos días en el hospital.
En general puedo sacar una cosa en claro, algo que tenía claro antes, pero ahora todavía más.
El cáncer es una verdadera mierda.

Para que luego nos quejemos...
Cada día salen noticias y artículos sobre avances en los tratamientos del cáncer y el aumento de la supervivencia de los pacientes. Y eso nos llena de esperanza e ilusión.
Nada más lejos de la realidad.
Todos los avances que se logran en algún laboratorio a más de 5000 km de distancia poca repercusión tiene aquí en el futuro inmediato. El cáncer sigue avanzando, la gente sigue muriendo y esto no va a cambiar en los próximos años.
A pesar de todas esas noticias que las televisiones publican orgullosas (que parece que han descubierto 27 veces la cura contra el cáncer, pero no) los profesores no se cansan de decir que la mayoría de nosotros vamos a tener cáncer por la genética y el estilo de vida. Según el día también puede ser diabetes, esto ya depende del tema por el que vayan.
Claro que los que hemos perdido a la mitad de nuestra familia por cáncer vemos el tema ese de la influencia genética como algo que vale la pena escuchar. Y entonces ya te empiezas a creer eso de que vas a tener cáncer.

Probablemente si se dedicase el dinero a lo que se tiene que dedicar podrían haber encontrado una cura, o al menos haber mejorado los tratamientos. Pero en los temas mafiosos económicos de la sanidad mejor no entrar porque eso da para un grado entero. De 5 años concretamente.

Yo paso mis mañanas en una unidad de cuidados paliativos. Ya sé que no es precisamente el lugar más idóneo para hacer una evaluación sobre el pronóstico de una enfermedad pero es lo que más cerca tengo.
Allí muchos pacientes están ingresados por cáncer. Pero no es solo cáncer. Es cáncer en estadío IV con metástasis en páncreas, hígado, pelo y corazón derecho. Y los hay que tienen más de un cáncer. Ya solo leyendo los diagnósticos te entra un bajón importante, pero con un poco de morfina lo solucionas. Y algo para el paciente también.

Pero no es solo la imagen demacrada que muestran estos pacientes, y el dolor que manifiestan, no solo con el cuerpo sino también con los ojos. Es ver que cada día están peor que el anterior, que ellos también se den cuenta y se lamenten.
Con cada suspiro parece que pierden un poco más las ganas de seguir luchando una batalla que ya saben que no pueden ganar. Porque realmente es así. No es el eslogan de una campaña de recaudación ni de un mensaje en Facebook.
Es que el cáncer va a seguir avanzando, cada día, cada minuto. Y no hay nada que se pueda hacer más que minimizar el dolor y esperar a que termine por provocar un fallo en el organismo que acabe con su funcionamiento.

No es posible imaginar lo que debe ser sufrir eso todos los días sabiendo que lo único que puedes esperar de la vida es que se termine. Llegas a casa sintiéndote un poco imbécil por quejarte de tus problemas, pero es que la vida no es justa. Ni para ti ni para nadie.
Y es todavía menos justa para esos más de 14 millones, sí, millones, de casos nuevos de cáncer que se diagnostican cada año de acuerdo a los datos de la OMS. Según una noticia reciente del periódico "El Mundo", casi la mitad se curan... ¿A qué esperamos para celebrarlo? Casi 7 millones de personas se curan de cáncer cada año y vosotros os quedáis en casa sin lanzar fuegos artificiales ni nada. Ah, pero que las otras 7 millones mueren. Pues vaya.

Mortalidad por tipo de cáncer y sexo en España en 2013 (OMS)


¿Y contra todo esto que puedes hacer? Rezar. O más bien nada (tanto monta, monta tanto). Porque ahora no fumas, no bebes, no comes carnes rojas (solo las amarillas), haces ejercicio todos los días... y te aparece un cáncer. Y por mucho factor de riesgo que se evite nadie está a salvo de tenerlo. Además es probable que muchos factores de riesgo para la aparición de cáncer aún no se hayan descubierto (no olvidemos que el tabaco en su día era considerado bueno para la salud).

Personalmente no creo que evitar TODOS los factores de riesgo para el cáncer sea una buena opción (más que nada porque mi dieta diaria se basa en pasta y carnes rojas, con un 0% de materia vegetal y frutal).
Más bien todo lo contrario, olvidarse de todo eso que se considera factor de riesgo, siempre intentando tener un estilo de vida relativamente sano. Porque si empiezas a vivir evitando todos los riesgos, te habrás olvidado de vivir.


Ni en el hospital estás a salvo...

¡Ya es fin de semana! El tiempo empieza a pasar rápido otra vez, y hasta da pena pensar que ya llevamos 2 semanas de prácticas y solo nos quedan otras 3.


Hoy os voy a hablar de la importancia de la higiene en el ámbito sanitario. Sí, lo sé, suena muy aburrido, pero esta semana me he dado cuenta de la cantidad de enfermedades que se cogen en el hospital por culpa del contacto entre pacientes, enfermeros, médicos, auxiliares, familiares, e incluso personal de limpieza. Todo esto viene a que de 6 habitaciones que llevo, 3 pacientes son aislados.

Las enfermedades hospitalarias o nosocomiales son aquellas que contrae un paciente durante su estancia en el hospital, en el que ingresa por alguna otra razón. Según estadísticas de la OMS, aproximadamente el 8,7% de los pacientes de un hospital presentan este tipo de infecciones. Las más habituales son las causadas por heridas quirúrgicas, las relacionadas con el uso de sondas vesicales, las de tráquea y bronquios, y las asociadas al uso de catéteres... es decir, todas aquellas producidas por un tratamiento invasivo. Aún así, lo más habitual es que ocurra en aquellos pacientes que son más débiles, como los inmunodeprimidos, personas mayores o recién nacidos.

Estas enfermedades suelen ser muy peligrosas porque son difíciles de tratar, ya que estos patógenos al sobrevivir en el hospital se hacen resistentes a muchos antibióticos. Algunos de los más comunes son los siguientes (es probable que algunos ya os suenen): bacterias como la 'Klebsiella pneumoniae', la 'Escherichia coli', la 'Pseudomonas aeruginosa', o el 'Staphylococcu aureus', hongos como la 'Candida albicans' y el 'Aspergillus spp', y virus como el Virus sincitial respiratorio y el Rotavirus.

La mayoría de estas enfermedades se transmiten por contacto, es decir, a través de las manos y por gotas respiratorias, que pueden alcanzar pocos metros. También pueden transmitirse de manera feco-oral, a través de vectores (pequeños artrópodos por ejemplo), por el aire, o a través de la sangre.

La forma en la que más habitualmente se transmiten las enfermedades es a través de las manos, por eso se insiste mucho en esto, tanto en la facultad como en el hospital (ya solo de las 6 habitaciones que llevo, 3 pacientes son aislados por contacto).
Ya os explicarán en qué momentos es necesario lavarse las manos, pero básicamente se resume en esta imagen: 





El problema es que en la teoría es muy bonito, pero en la práctica esto es imposible. Puedes hacer todo esto y acabar con las manos más secas que la mojama, y aún así no estar libre de peligro, porque cualquier familiar toca al paciente, después la barandilla de la cama, luego va al baño, abre la puerta, va al pasillo, se apoya en el mostrador de la entrada... es un ejemplo. Lo mismo pasa con quienes no se quitan los guantes en ningún momento porque piensan que así están protegidos de todo (a los dos minutos los guantes empiezan a ser porosos y es como si no llevases nada) y tocan algo con los que acaban de usar con el paciente. 

En resumen, tened cuidado, pero no os volváis unos maniáticos de la limpieza ni seáis hipocondríacos. Nunca estamos libres de peligro, pero basta con ser cuidadosos.


jueves, 26 de noviembre de 2015

Love actually

Cuando nos hablan de amor todos pensamos en esa imagen empalagosa de dos jóvenes pegajosos que te recuerda al sabor de una mousse de 3 chocolates, a esa película de Disney Channel, al día de San Valentín...
El amor tiene un lado fundamentalmente bueno, pero también tiene un lado malo.
Hablo de ese mal vivir que te da querer a alguien y que eso te haga a ti sufrir, sentir dolor e impotencia.
Yo me paso la mañana haciendo las prácticas en la unidad de cuidados paliativos. Puede llegar a ser muy deprimente y no he dejado de mostrar mi opinión al respecto en múltiples ocasiones.
Pero hay personas que pasan allí mucho más tiempo. Muchísimo más. No son auxiliares, médicos ni farmacéuticos.
Son las familias.
Muchas veces hemos oído eso de "en la salud y en la enfermedad", pero es realmente duro estar en esos momentos difíciles con alguien a quien quieres. Tú te imaginas en esa misma situación con tus padres, tus hermanos o tus mejores amigos y solo la simple idea hace que se te forme un nudo en la garganta y se te oprima el pecho.
Hay familiares que ya están allí durmiendo cuando paso yo a tomar controles a las 8 de la mañana (que un día de estos me lanzan un zapato a la cabeza), y siguen allí cuando me voy a las 3 (hora más, hora menos). No salen del pasillo ni para comer, es una cosa alucinante.
Pasarte las 24 horas de todos tus días viendo a un ser querido en sus últimos momentos, que casi no puede ni reconocerte. Eso sí que es amor.

Pero en esos momentos tan complicados los familiares también sufren ciertas transformaciones, y (siempre dentro del cariño, espero) se convierten en un tipo específico de familiar. De estos tipos voy a hablaros:

  • Realista: este se ha leído la wikipedia para entender lo que le pasa a su familiar, y tiene bastante claro lo que hay. No se espera nada del otro mundo y sabe cual va a ser la evolución. Sin milagros. Sin sorpresas. Lo bueno es que ya no lo vive como un drama pero a veces se desespera.
  • Pesimista: se parece al realista, pero tiene un toque particular. También entiende la situación que tiene su familiar. Más o menos. Pero se adelanta a los comentarios médicos que con mucho tacto buscan dar ánimos a la familia, y se lanzan a averiguar si hay algo, lo que sea, que pueda hacer que el proceso se esté alargando, aplazando la inevitable muerte. Y si lo hay, que se lo quiten. Entiendo que lo que buscan es saber si es posible acabar con el sufrimiento y llegar al final. Siempre desde el cariño. Espero.
  • Ausente: en las 7 horas (que sí, que son 7) que te pasas allí nunca has visto nadie acompañando a ese paciente. Alguien te dice que una vez había alguien pero no te lo crees. Es un poco triste, como que lo dejan allí abandonado y a lo mejor no aparecen ni para el alta... Un día mágicamente te los encuentras al pasar visita, y a lo mejor no tienen ni idea de la situación del familiar. 
    Este es el sillón del acompañante. Si es que hay sillón.

  • Paciente: este en un caso muy curioso de familiar. Tú entras en la habitación para ver como esta el paciente. Pero en tu inmensa ignorancia e inexperiencia no te has dado cuenta de que el verdadero paciente es el familiar. Desde el minuto 0 te comenta sus múltiples y numerosos dolores, como pasan de él en atención primaria o como tiene que soportar unas condiciones nefastas mientras acompaña a su familiar en ese hotel de lujo al que llaman unidad de paliativos. Tú te quedas tan descolocado que no sabes si reír o llorar. Piensas que puede ser una broma de cámara oculta, pero la seriedad del familiar mientras te comenta sus males es real. Acabas todo lo que tienes que hacer y mientras cierras la puerta te sigue hablando de sus traumas y dolencias. Llegas a dudar sobre si hacer un anexo a la historia clínica del paciente para hablar sobre el familiar.
  • Portero: este familiar es consciente de la situación del paciente. Y además suele darse el caso de que este pasa casi la totalidad del día sedado dormido. Y está en una habitación individual, así que claro, se acaba aburriendo. Hasta tal punto que se posiciona delante de su puerta para que en el caso de que algún ser vivo pase por delante pueda atraparlo con sus redes bajo la apariencia de un familiar triste y compungido. Le da igual que sea un médico pasando visita, un enfermero con morfina en la mano, una auxiliar cargada de cosas... Una vez te ha capturado tienes para unos 20 minutos. Y lo más curioso es que probablemente te hable de casi cualquier cosa menos de su familiar moribundo. En el caso de que se encuentre el pasillo desierto puede llegar a vérselo visitando habitaciones de vecinos para ver como les va la cosa. Me parece una buena forma de pasar el rato.
  • Turista: hay un tipo muy curioso que se toma la hospitalización de su familiar como una aventura de la que disfrutar. Y ni cortos ni perezosos se establecen en la habitación como campistas. Que pasas a tomar los controles de la mañana y cuando te vas están más dormidos que cuando llegaste, mientras el paciente se queja continuamente de dolor sin haber pegado ojo en toda la noche. Tienen allí un petate que no te lo llevas tú ni para una semana en Gandía. Y pueden llegar a extender su territorio hasta el pasillo, donde mantienen largas conversaciones telefónicas comentando como va todo, dignas de "hola mamá, todo bien. Las comidas bien. Sí, también dormimos bien (al menos yo)" típicas de un niño de primaria llamando a sus padres en una excursión. Que, y esto es lo más llamativo, tienen hasta zapatillas de casa. ¿Como os quedáis?

  • La conexión funciona hasta cuando los dos están dormidos.
    Tele(m)pático: este familiar tiene unos poderes telequinéticos asombrosos. Todavía espero que algún día venga Iker Jiménez a hacer allí un programa especial y nos entreviste a todos. El paciente al que acompaña está dormido no, lo siguiente. Sus ronquidos se escuchan en todo el pasillo y tú te mueres de envidia, que ya te molaba a ti dormir así de bien. Pero él te avisa diciendo que tiene mucho dolor. Tú vas allí y le preguntas, claro: "¿pero te lo ha dicho él?". La respuesta es una aproximación a "no, pero se le ve en la cara". Yo no sé que ve esa gente en las caras para detectar dolor, yo solo veo la baba que les va cayendo por la boca de lo dormidos que están. Pero, ¡ay pobre de ti como les ignores! Que si dicen que le duele, es que le duele, así que al final tienes que darles calmantes. Motivo: "complacencia familiar".
  • Amante: pues más explícito imposible. Esta allí para satisfacer todos y cada uno de los deseos del paciente. Sí, TODOS los deseos del paciente. Desde que necesita pañuelos, hasta que le pica en determinadas partes. Algunos acompañantes merecen un plus de peligrosidad (esas camas son muy inestables). Ahí lo dejo.

Muchos son los tipos de familiares que te puedes encontrar. Todos con sus particularidades y sus problemas, pero todos están ahí por una razón, y es ayudar y acompañar a aquellas personas que más les importan en momentos que no son agradables para nadie.
Son momentos en los que estar ahí cuenta, y mucho.
Continuará...(?)

24 horas es poco tiempo para un día.

Se acerca el final de la segunda semana de prácticas, que se ha hecho muchísimo más corta de lo que imaginaba.
Creo que no he tenido semana más larga que la semana pasada, y es que adaptarse a unos nuevos horarios es difícil. Ver como tus compañeros con el turno de tarde se acuestan tarde y se levantan tarde y tú totalmente lo contrario. Mi compañera de piso está en el turno de tarde y solamente la veo una hora al día, de 22:00 a 23:00, y a veces ni eso.
Pero si algo tenemos todos en común, tanto los madrugadores como los que se pierden la siesta es que NO HACEMOS NADA EL RESTO DEL DÍA.




En serio, es humanamente imposible intentar hacer algo de provecho de nuestras vidas estando de prácticas. Lo más productivo que he hecho últimamente es escribir este blog, así que creo que podéis imaginaros lo productiva que está siendo mi vida. 
A lo mejor es que soy vaga simplemente, pero no me dan las fuerzas para hacer nada más que tumbarme en el sofá. Olvidaros de ir adelantando apuntes, o de ir haciendo el portafolios que os mandarán en Enfermería Clínica. Vuestro esfuerzo será en vano.

En fin, esta segunda semana, como decía, se hizo demasiado corta. Parece que no llevas nada en el hospital y a la vez que llevas ahí toda la vida. Los pacientes ya te conocen (si es que te toca en planta y no en consultas externas), te saludan y son ellos los que te ponen cara de lástima por tus ojeras y tus bostezos cuando llegas a las ocho de la mañana y te pones a pasar los controles, y te preguntan si hace frío fuera cuando les intentas poner el manguito del tensiómetro porque tus manos parecen recién enviadas desde el Polo Norte. Las enfermeras, que seguirán sin saberse tu nombre por mucho que se lo repitas (¡pero si sólo somos tres alumnas!), empiezan a confiar en ti y tú te sientes realizada por saber lo que hay que hacer.

Todo en la vida tiene su parte buena y su parte mala. Lo que hay que valorar es si vale la pena aguantar lo malo a cambio de lo bueno, y desde luego que vale la pena.

El armario de Narnia de la medicación.

Sin duda una de las cosas más difíciles de aprender es el nombre de las medicaciones y para qué sirven, pero sobre todo, y lo que más falta hace saber, es dónde están guardadas y como se administran.
El almacén, que tal y como describo podréis creer que es enorme, no es mucho más grande que un baño de gasolinera, en el que es realmente necesario poner los carritos de manera que no dificulten el tránsito de las enfermeras, estudiantes y auxiliares que intentan pasar por ahí. 
Tiene unas estanterías de cajones que hacen esquina. En un lado se encuentra la medicación que va por vía oral, y en otro la que se administra por vía intravenosa, y ambas estanterías están ordenadas por orden alfabético.
Serían una cosa parecida esto pero más largo:





De todas formas, muchas veces la medicación prescrita ya está en unos cajones con el número de la habitación, que vienen cada día de farmacia.

Mis compañeras de planta y yo hemos ido recopilando una lista de los medicamentos que más usan nuestros pacientes y para qué sirven. 
  • Nuestro producto estrella: el Duphalac. 
¿Sabéis de ese tipo de cosas que aprendes y no se te olvidan porque las asocias con alguna estupidez? Pues es este caso. 
Bastó con que un día que casi todos los vasitos de medicación tenían una bolsita de Duphalac preguntáramos para qué servía para que no se nos olvidase que simplemente es un laxante para el estreñimiento.
  • Keppra (también llamado Levetiracetam), Vimpat y Zebinix.
Es importante aprenderte los dos nombres del Levetiracetam porque en los cartones de medicación te puede aparecer de cualquiera de las dos formas y te puedes matar a buscar por el nombre que no aparece. 
Tanto este como eVimpat y el Zebinix están indicados para tratar las crisis epilépticas.
  • El Enantyum y el Paracetamol.
Son los analgésicos principales que usamos para el tratamiento del dolor de los pacientes.
El Enantyum es un antiinflamatorio no esteroideo (AINEs) y se utiliza para el tratamiento del dolor leve o moderado.
  • Clexane. 
Es un medicamento anticoagulante (otro anticoagulante conocido es el Sintrom). 
Se trata de una heparina que actúa evitando que se formen coágulos. Sirve para prevenir trombosis venosas en pacientes que han sido operados y pacientes que aunque no hayan sido operados deben estar mucho tiempo encamados.
  • Colistina y Noroxin.
Ambos son antibióticos. El Noroxin es un antibiótico de amplio espectro que actúa contra determinados tipos de infecciones bacterianas y la Colistina es un antibiótico bactericida que se une a lipopolisacáridos y fosfolípidos de la membrana celular externa de bacterias Gram negativas.
  • Haloperidol y Lorazepam.
Ambos se utilizan como relajante para trastornos del sueño.
  • Furasemida.
Es un diurético.
  • Ramipril y Torasemida.
Se utilizan para tratar la hipertensión arterial.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Querido fin de semana: estás tardando en llegar.

Tengo muy presente que aún es miércoles, que faltan otros dos días para volver al esperado descanso del fin de semana (que para ser sinceros, a mucho no llega). Pero se merece ser mencionado por lo menos en alguna entrada.

Aunque al principio me quejaba de estar solo mirando, una vez que empiezas a aprender a hacer las cosas y te dejan sola te acabas cansando. La verdad es que no es nada malo, ya que al final de la jornada sientes que hiciste algo productivo y estás mucho más animada, a pesar de que estés empapada en sudor, de que el yeso te llegue a todos lados, con algo de betadine de alguna gasa y, sobre todo, con muchísimo sueño y cansancio acumulado (y algunas veces también con ganas de acabar de una vez con algún paciente insufrible que tiene que volver 3 días después).


Llegado este punto de la semana, no sabes si reír o llorar, si pensar que aun queda mucho o que ya llevas la mitad (algo así como el vaso medio lleno o medio vacío)...Sea como sea, hay una cosa en la que todo el mundo piensa aunque no lo diga, el fin de semana. Vas planeando que harás, con quien quedarás, a donde iréis, etc. Todo eso para finalmente quedarte en casa durmiendo las horas perdidas y saliendo solamente un poco el sábado para diferenciar unos días de otros, pero sobre todo, porque te van a buscar y a sacar de tu casa, que el teléfono ya lo apagaste a la quinta llamada.

A pesar de todo, luego de todo este tiempo en prácticas, te das cuenta de que cuando te dicen que enfermería es la profesión más bonita del mundo, tienen razón, porque tú ya no ves tu vida igual sin que alguien salga dándote las gracias por todo, sin distraer a un niño y hacerlo reír mientras otra enfermera le quita las vendas, e incluso, sin toda esa gente que tiene mil historias que contarte y que debes guardar. Así que debemos ser felices o, por lo menos intentar poner buena cara a pesar del madrugón, y esperar ansiosos ese fin de semana en el que podremos relajarnos, disfrutar, y dejar a un lado el mundo hospitalario, que buena falta hace de vez en cuando.


Cuatro pinchazos y un funeral

Hoy voy a contaros algo que no había admitido nunca hasta ahora públicamente.
Es una gran secreto que he mantenido apartado de mi vida educativa y que hasta ahora había conseguido permanecer oculto. Ninguna cadena de televisión consiguió la exclusiva, y eso que me ofrecieron dinero. Mucho dinero.
Hoy por desgracia ese secreto ha tenido que ser desvelado.
Tengo una fobia.
Sí, tú te ríes de la gente que dice que tiene fobia a algunos bichos (yo también me río) como las arañas o las hormigas.
Pero yo de mi fobia no me río un pelo.
Sobre todo porque me rodea todos los días en el hospital.
Tengo fobia a la sangre.


Es curioso que alguien con fobia a la sangre esté estudiando una carrera en la que te pasas el día manchándote de sangre.
Pero no es tan simple.
Puedo ver sangrar desde un pinchacito de una glucemia hasta una pierna partida por la mitad.
El problema está en el brazo.

El brazo es una zona débil, expuesta, con las venas (al menos las mías) que poco más se salen de la piel a saludar. Tengo un mapa callejero de Alcobendas en las venas de mi brazo. Y cualquier acción contra esas venas me horroriza. Y con horrorizar me refiero a taquicardia, sudor, palidez, mareos, nauseas... que si siguen pueden terminar en un maravilloso desmayo. Y eso mientras le estás cogiendo una vía a un paciente no es gracioso. Nada gracioso.

En general ese tipo de agresiones contra otras personas no me afecta tanto (viva mi empatía), pero en algunos casos me llega a afectar.

Es el caso de hoy, en el que me mandaron ir a revisarle una vía a una paciente. Cuando llegué a verla me la encontré igual que siempre, tumbada, apenas consciente. Sin embargo la vía estaba en un estado que parecía que la señora se había pasado la noche haciendo aerobic.
Yo intenté con toda mi alma arreglarla, pero eso no había por donde cogerlo. Así que se la saqué. Y sangró. Y siguió sangrando (como aquel otro que había estado regando la cama con su sangre, pues igual). Después de un rato seguía sangrando así que decidí avisar para que alguien se apiadase de mí y viniese a socorrerme. Y mis plegarias fueron escuchadas. Para cuando llegaron ya había dejado de sangrar, pero claro, había que cogerle una vía.

Allí estaba yo entonces expectante a que le cogiese una vía a la pobre señora. Y mientras me va explicando. Yo esto de la explicación "in situ" lo agradezco profundamente para mi entendimiento y formación. Pero que a mí se me pongan a explicar cosas mientras veo la sangre saliendo con la aguja medio clavada pues no.
Y allí me sigue explicando.
Y yo intentando mantener mi dignidad apoyándome contra la cama mientras me seco el sudor disimuladamente.
Y la explicación continúa.
Y la sangre sigue saliendo.
Yo sigo escuchando como me dice que en muchos pacientes como la que teníamos delante puede hacer falta cogerle la vía varias veces (incluso 3 o 4) porque se le rompen las venas al ser tan frágiles. Estoy cayéndome por coger una vía, si tengo que cogerla 4 veces ya mejor manda a la paciente para su casa y déjame su cama a mí que me pongo peor.
Mientras sigo viendo la sangre salir intento distraerme a mí mismo mirando por la ventana, pero mi cerebro es más listo que yo y sabe que la sangre sigue saliendo. Disimuladamente abro la ventana para que el frío glaciar que hay fuera calme el chorreo que tengo. En esto el enfermero me suelta "vamos a tener que ir a coger una malla" y se me abre el cielo. Con la visión borrosa y chorreando sudor recupero un poco de color y me ofrezco a ir a por ella.
Yo estaba en la etapa 2 y medio. Tirando a 3.

Mi esperanza se desvanece cuando me dice que ya iremos más tarde, así que me pide que le pase un apósito y se lo coloque. Yo, con mi visión doble y el sudor entrándome en los ojos hago uso de la poca estabilidad que me queda y se lo coloco. Yo rezo porque el sufrimiento acabe pronto, porque si no salgo ya de esa habitación me van a tener que sacar en camilla. Al separarme finalmente él nota que estoy al borde del colapso. No sé si sería mi piel pálida nivel Voldemort, el sudor que llevaba más caudal que el Guadalquivir o mi inestabilidad más típica de un jueves noche que de un miércoles por la mañana, pero algo le hizo notar que no me encontraba precisamente en mis mejores momentos.

Por fin puedo salir de allí y me arrastro hacia una fuente que más que una fuente me parecía el Santo Grial. Intento recuperar algo de líquido para no tener que enchufarme un suero, que eso va en vena y la volvemos a liar.
Raudo y veloz (al menos lo que me permitía el cuerpo) me escabullo a la sala de descanso sin que nadie se dé cuenta de que parece que acabo de hacerme la maratón de Madrid en pleno agosto.
Allí me esperan mis galletas, que más que galletas eso sabía a vida, amor y un toque de caviar.
Que mal se está cuando se está mal (y eso os lo dice alguien que se pasa el día en cuidados paliativos), pero ya medio recuperado toca volver a la acción.
Ríete tú de una hemorragia cuando te cortas con una de estas.
Lo que no sabía era la sorpresa que me deparaban unas ampollas con un cristal muy cortante. Pero esa ya es otra historia...

Sexto día, ya es lunes de nuevo.

Nueva semana, nuevos pacientes. No creo que esto sea una norma general, pero en mi caso, de 11 pacientes que trataba a 8 de ellos se les dio el alta médica (algunos, los más desafortunados y sin mucho que hacerles ya, pasaron a mejor vida). Por lo que hoy al llegar conocí a 5 pacientes nuevos, que al final del día serían 6 porque llegó un ingreso de Urgencias (3 camas quedaron vacías). También le estaban preparando el alta a otro de mis conocidos, así que solo me quedaré en 2... Y así cada semana vas conociendo gente nueva, con historias nuevas y con más cosas para aprender, como el nuevo ingreso que venía con un historial estremecedor: herido de bala hace más de 30 años y, por lo cual, operado del abdomen, tetrapléjico y su historial actual era una supuesta hemorragia digestiva, aparentemente consciente. Hay algunos que se las llevan todas... Es como todo en la vida, algunos nacen con todo hecho y otros que no tienen esa suerte.

Muy mal repartido está el mundo, porque luego también te encuentras al típico que es un desagradecido-maleducado. En mi zona sé que hay uno por oídas a las enfermeras, por suerte no es de mis pacientes pero escuché que hasta que escupe a la pared y manipula la medicación como a él le sale de sus mismísimas entrañas. Así que este también es un trabajo duro en ese sentido, ya que nunca sabes quién te va a tocar, que algunos, por muy amable y cariñosa que seas con ellos, por mucho que los trates como a reyes, ellos se empeñan en tratarte como si fueses un rastrojo. Y hay que aguantarlo, obviamente en la medida de lo posible (tampoco vamos aquí a permitir agresiones).

Es importante también no cogerle cariño a los pacientes, sí ser amable y blablabla, pero sin más, porque luego acabará afectándote. Yo ya tengo a alguno que le voy cogiendo más "cariño", por así decirlo. Uno, de hecho, que hasta me preguntó dónde me había metido el fin de semana. Yo al ser de prácticas solo estoy en el hospital durante la semana, y claro, llego allí, y mientras le iba a tomar la tensión me suelta eso... y es una sensación gratificante, es como un "buenos días" de verdad, porque es bonito cuando alguien "te extraña". Se nota que has hecho las cosas bien, como para que la esa persona note tu ausencia, quiera buscarte y hablar contigo. Con personas así sí que da gusto estar y trabajar. Recordar que son personas antes que pacientes, y personas en este caso que han vivido más que yo y a eso le tengo mucho respeto, pero tener respeto no implica seriedad. Así, por ejemplo, dos de ellos (que son así los más graciosetes que atiendo y ya desde la semana pasada, vamos, que me conocen de sobra y viceversa) siempre que voy a ponerles la medicación ya me dicen: "ay, ya vienes con el chupito..." Y así se cachondean todos los días y me encanta, porque me hacen sonreír y también los veo a ellos sonreír. No sé, simplemente me gusta. U otro también al que a veces al verle la glucemia no le sale la suficiente sangre, ya me pasó dos veces, y entonces tengo que pincharle otra vez en otro dedo y siempre voy rezando porque salga sangre en ese último porque me da pena, obviamente, tenerle que pinchar una vez como para que aún por encima ni a la segunda vaya, y él siempre me dice: "no pasa nada mujer, si soy yo al que le falta la sangre en el cuerpo", como tratando de quitarme presión, como haciendo que no pasa nada. 

"La vida está llena de pequeños pinchazos", no te falta razón, Jackie.

Y es que a veces las cosas no salen a la primera, está comprobado, pero también es importante perder ese miedo a fallar. Somos humanos y especialistas, todos y cada uno de nosotros, en cometer errores. Yo todavía no me atreví a hacer ninguna gasometría, ni tan siquiera análisis, pero cuando la haga ya os contaré, solo espero que el resultado sea óptimo... o como mínimo pasable. 

martes, 24 de noviembre de 2015

Traumatología y su fauna

En esta entrada os relataremos un poco la clase de gente que uno se puede encontrar en trauma. Está claro que cualquiera puede caerse y necesitar un vendaje o un yeso, pero será de las "típicas" personas que podrías encontrarte en todos lados y que, por supuesto, también están presentes aquí de las que hablaremos.

Puede entrarte por la puerta el que entiende las cosas del revés (o quiere entenderlas así) y, por ejemplo, le dices que tiene que poner la mano de una manera para inmovilizarla correctamente y lo hace a la suya, que normalmente es una posición mucho más cómoda de la que tú le habías dicho.


Una variante es la persona a la que le dices que no puede hacer algo y protesta y se queja. Se da mucho cuando le dices a una señora mayor que no puede andar en 2 días para que el yeso tome la consistencia necesaria, y ella te contesta con un "pero eu teño que ir a leira" (que es entonces cuando piensas que menudas fiestas tienen que hacer las señoras en los huertos para decírtelo con esas ansias que sobrepasan la necesidad de supervivencia).


O por el contrario al que se lo dices, no protesta, pero ya intuyes por la cara que pone que te va a hacer menos caso que a la mujer mientras está mirando el partido de fútbol.


No nos podemos olvidar de las personas que no sabes cómo son capaces de andar con eses temblores de terror les recorren todo el cuerpo nada más entrar en el hospital mismo (y que unas simples tijeras pueden hacer que caigan redondos por el pánico).


También tenemos a los que se quejan por todo, y una mañana así con sólo pacientes de este tipo sería el peor día que tendrías en tu vida. Hagas lo que hagas, digas lo que digas, van a quejarse aunque no les duela o lo hayas hecho perfectamente. Normalmente la culpa nunca recaerá en ellos, siempre dirán que es por cualquier otra cosa o persona.


Y aunque puede pasar que todas estas personas se junten en la sala de espera para ir viniendo uno detrás de otro como si fuera un plan del universo para castigarte por aquel trozo de tarta que le robaste a tu hermano hace 10 años, siempre habrá alguien en el medio de todas estas personas que te alegre la mañana y con quien puedes trabajar a gusto. Así que si por algún casual ocurre que no llega la calma después de toda esa tormenta, solo queda ser amable, intentar sonreír y guardarte las anécdotas para poder al menos reírte más tarde.


Malo, peor, pésimo

Los lunes son malos días. Todos estamos de acuerdo en que no deberían existir, y la vida sería mejor empezando la semana un martes.
A todo el mundo le cuesta ponerse en marcha a primera hora, sobre todo si tienes que madrugar (a estas alturas ya deberíais saber que madrugo mucho, y no me gusta nada). Pero cuando en tu trabajo manejas material punzante sobre personas vivas con sensibilidad entonces los lunes pasan a ser un grave problema de salud pública.
Cuando tienes que clavar agujas un lunes el sentido común te falla y los 45º ya no son 45º. Son un rango que abarca desde 10º hasta técnica de apuñalamiento, y al final ya no sabes si estás pinchando una vena, tejido subcutáneo o un peluche de Hello Kitty. Y si no que nos lo digan a nosotros.
A mí y a mis sufridas compañeras en la unidad de paliativos (ahora no puedo pasar sin la anécdota diaria), porque el viernes todo nos salió bien. Hoy no.
Es más, fue llegar y ver el libro de altas, ingresos y fallecimientos para saber que el fin de semana no fue bueno. La mitad de la unidad renovada. Adiós a mis pobres pacientes, a alguno no tuve ni tiempo de  conocerlo. Es triste si te paras a pensar en esas caras tristes que con solo una mirada ya te daban los buenos días y la energía para todo el día. Y que ahora ya no están. Es horrible.

Pero más horrible es lo que nos deparaba un paciente que sí pudimos conocer. Uno que de hecho ya llevaba un tiempo y al que curiosamente iban a dar el alta. Que encima que se va para su casa lo mandamos mutilado...
Esta es la pared después de pinchar a alguien sin haber dormido.

Cuando vas a quitar una vía un viernes la quitas sin problema, que hasta te preocupa la falta de sangre. Un lunes no, claro.

Allá nos disponíamos a quitársela todos felices con nuestras gasas y esparadrapo. Guantes los justos, que nos sobraba seguridad (ingenuos).
Ya para sacar ese maldito apósito sufrí más que corriendo para coger el autobús. Eso no se pega, eso se acopla a la piel con anclajes en los poros. En caso de desastre nuclear solo quedarán cucarachas y apósitos pegados a brazos humanos. Pero luego cuando quieres que te pegue no te pega...
Es triste que te vacile un trozo de plástico.

Una vez conseguimos despegar el apósito dejo paso a mí compañera, que al menos llevaba un guante (el otro se extravió en las labores de extirpación del apósito). Cuando al final quita la vía ambos nos quedamos observando fascinados lo que parece ser un hilo rojo que cuelga de la vía. Nuestra fascinación se rompe cuando descubrimos que el supuesto hilo es una fuente de sangre saliendo del brazo que empieza a mancharlo todo. Intentamos pararlo con gasas. Sigue chorreando. La familiar observa impasible desde detrás mientras intentamos hacer barrera con nuestros cuerpos para que no vea la maravilla artística que le estamos haciendo al paciente.

Mi compañera, con una calma fingida digna de Anatomía de Grey me dice "¿puedes ir a buscar a alguien?". Y yo imitando su calma sonrío a la familiar que observa la maniobra y salgo paseando relajado al pasillo. Luego corro, que también mola ponerse a correr por el pasillo de un hospital y que la gente piense que alguien se está muriendo.

Cuando consigo que una mente experta llegue, la familiar ya observa el desastre (imposible ocultarlo) y comenta preocupada "ay, que me lo vais a desangrar". Comentarios como este ayudan realmente a que tú te relajes mientras intentas hacer lo que tienes que hacer, claro. Sabes que no es verdad, que es una exageración brutal, pero bien podían guardárselo para ellos que a ti tampoco te hace gracia ver una fondue de sangre saliendo del pobre hombre que en menos de una hora se marcha para su casa.

Deja de sangrar y allí lo dejamos con su gasa limpia después de manchar 3 paquetes, y mientras volvemos resoplando por el pasillo la enfermera nos comenta "es que hoy todo tiene que salir mal".
Un mal día solo dura 16 horas. Las otras 8 las duermes.
Pero con calma, que siempre se tiene un día tonto en el que todo sale del revés. Hay que verle el lado positivo: un paciente se va de alta en coche particular, no en coche fúnebre. Eso es un éxito rotundo, o al menos así lo veo yo.
Acaba el día (más tarde de lo esperado) y queda la tarde para descansar y coger aire para seguir con la semana. Un día más es un día menos, veremos que nos depara el resto de la semana...

Una semana más.

Bueno, me he dado cuenta después de una semana de que he empezado a explicar lo que hacía en las prácticas sin explicar antes exactamente en qué consiste la planta en la que estoy teniendo las prácticas, así que voy a ello




Mi planta es la planta de Neurología y Neurocirugía, y cómo no sabía todo lo que se hace, porque quieras que no, sólo vemos una pequeña parte de todo lo que se hace en un Hospital, lo he buscado en internet:

La Neurocirugía es una disciplina de la medicina y una especialidad médica de carácter quirúrgico que se ocupa del estudio y tratamiento, (esto es, la prevención, diagnóstico, evaluación, terapéutica, cuidado intensivo y rehabilitación) de las enfermedades quirúrgicas o potencialmente quirúrgicas del sistema nervioso central y sus cubiertas, es decir, el encéfalo, la médula espinal, el cráneo, la columna vertebral y las meninges; del sistema nervioso periférico y del sistema nervioso autónomo, su vascularización (incluyendo las arterias carótidas y vertebrales) y otros anexos como la hipófisis, así como del manejo operatorio y no operatorio del dolor, sea cual sea la edad del paciente. 
SERGAS, 2010.

También se dedican al estudio de pacientes con epilepsias. Estos se encuentran en unas habitaciones especiales que están vigiladas por cámaras que graban los ataques epilépticos que sufren este tipo de pacientes.

Básicamente lo podemos resumir en que a nuestra planta vienen personas que se han sometido a algún tipo de intervención quirúrgica relacionada con el sistema nervioso, o que padecen algún trastorno neurológico.

Además, también podemos encontrar a pacientes aislados (por contacto directo, por contacto con la orina...) debido a diversos motivos como la presencia de bacterias multirresistentes, a cuyas habitaciones hay que entrar con bata y guantes si se pretende mantener contacto con el paciente o con su entorno.

Los cirujanos son quienes operan a estos pacientes, y una vez en planta son cuidados por el equipo de enfermería. Los médicos pasan visita cada mañana (normalmente sobre las 9, pero varía según el día) y miran la evolución del paciente. 
Suelen acabar bastante rápido y son acompañados por las enfermeras y estudiantes de medicina de prácticas. 




Después de esto determinan si es necesario algún cambio en el tratamiento del paciente, lo anotan en su historia y nos la vuelven a entregar. Nosotras vemos si hay variaciones o no y a partir de ahí pautamos la medicación y los cuidados que hay que realizar hasta el día siguiente.




lunes, 23 de noviembre de 2015

Un zombie a la intemperie


Ya ha pasado una semana.
Estoy tan cansado que en vez de 7 días parece que llevo meses así.
Cuando acabas la primera semana, lo primero que piensas el viernes mientras huyes más de una hora antes de acabar tu turno para coger el bus (que para algo es viernes) es: "bueno, pues no estuvo tan mal".

¡ES MENTIRA!

Probablemente pasarte la semana jugando con la morfina ha hecho que se te cuele un poco por ósmosis o inhalación, pero no te engañes, estás drogado. La semana ha sido horrible por mucho que las drogas colonicen tu sistema nervioso.
Este eres tú tras 7 horas lamiéndote la "gotita" de todo lo que se te queda en el dedo.
Atrás quedan 35 horas (porque está claro que aquí nadie se va antes de tiempo...) de trabajo, risas, angustia, miedo y sobre todo incertidumbre. Porque las dudas están por todas partes, y el estrés que te transmiten todos los que trabajan allí es agotador.

Sobre todo cuando deciden ponerse a dar cursos sobre un nuevo programa informático que el Sergas implanta mañana y de repente desaparecen trabajadores media mañana y tú tienes que cargar con todo mientras la hora se te echa encima y estás preparando la medicación de las 12 a la una y media.
Que esa es otra, justo nos tiene que tocar esto, que si ya les cuesta a ellos entender estos programas informáticos tan "mega-modernos" pues nosotros ya nos sentimos incultos totales. Y al final esto perjudica al paciente, que un error humano se puede evitar pero un error informático...
Pero lo peor de todo es madrugar.

Cuando vuelves a tu casa a las 3 de la tarde bajo el Sol, (bueno, bajo lo que de momento he tenido la suerte de que sea un cielo despejado) en un ataque de optimismo piensas que no está tan mal, que al final te lo acabas pasando bien. Como ya he dicho esto probablemente es por inhalar estupefacientes, porque trabajar 7 horas cansa bastante, pero dormir poco te transforma.

Esto es mentira. O los efectos de las benzodiacepinas.

Por la noche se va acercando la hora de irte a dormir, o al menos la hora a la que deberías irte a dormir, y tú solo puedes pensar en lo horrible que es el mundo para que te tengas que levantar en unas 6 horas para ir a tus prácticas (problemas del primer mundo, que le vamos a hacer).
En cuanto oscurece tu humor se marcha con el Sol y te vuelves borde e irritable. También se conoce este fenómeno como tu madre por la noche de un día de semana. 
Eso se mantiene hasta la mañana del día siguiente, cuando yo doy gracias de no ver a nadie a esas horas para no tener que escupirle un "buenos días" que no me creo ni yo.

Ese "a quien madruga dios le ayuda" debió de decirlo alguien que no trabajó en su vida, porque a mí Dios me castiga por madrugar.
Si no que alguien me explique por qué tengo que aguantar un paseo de 20 minutos a oscuras todas las mañanas al que ahora se le unen unos escasos 5 grados (gracias invierno). En ese paseo te replanteas toda tu existencia hasta el punto de que cuando llegas juras que mañana no vuelves. Pero al final, vuelves.

Porque yo a oscuras soy menos optimista y en cuanto a refranes me acerco más al "no por mucho madrugar amanece más temprano". De hecho es todo lo contrario, os lo dice alguien que vive más tiempo de noche que bajo la luz del Sol. Cuando te despiertas de noche y tienes que desayunar a oscuras congelado con tu taza delante mientras lees Twitter para ver si pasó algo interesante mientras tu dormías, es en esos momentos en los que te entran ganas de volver para tu cama que todavía sigue caliente y no salir de allí en toda la mañana.

Pero por muy horrible que sea madrugar, el ir andando de camino al hospital y llegar mientras ves que va amaneciendo a tu lado es una sensación interesante. Por un momento te olvidas de todo y solo ves la luz de la mañana, te sientes realizado y productivo. Pero pensar que la mayoría de la gente que conoces en otras carreras está durmiendo te da envidia. Que a ver por que tuviste que meterte en esto.
Pues por eso, porque nos gusta sufrir. Pero sin sufrimiento no se consigue nada, y sin madrugar te pierdes muchas de las mejores cosas de la vida, como ver amanecer, o entrar a trabajar a las 8 de la mañana.
Y ya solo quedan 4 semanas, que al final seguro que se acaban haciendo cortas.

Lo bueno tarda en llegar

Llegas a casa después de las prácticas, te tiras en el sofá muerta de sueño, te das cuenta de que mañana es otro día, que tocará volver al hospital, y quieres desaparecer poco a poco. Pero al día siguiente sucede algo increíble, insólito, inaudito...te mandan hacer algo (aunque sea porque no hay nadie más que le pueda ayudar e ese momento de urgencia). A partir de ahí ya te van dejando hacer más y más, y tus ganas de madrugar, no se puede decir que sean muchas, pero aumentan considerablemente.

En mi caso, tuve que abrir gasas, compresas, pasar pinzas y demás para drenar así un considerable hematoma, que esta vez no era lo que comúnmente se conoce como "moratón", sino que se trataba de una acumulación de sangre bajo la superficie de la piel debido a la extirpación de tejido por herida quirúrgica. Para hacernos una idea, después de la extirpación de un tumor el hueco que queda puede llenarse de sangre y coágulos, y el problema viene cuando estos coágulos no son capaces de reabsorberse, ya que no permiten que el tejido subyacente crezca y se regenere.
Algunos consejos para reducir el riesgo de hematoma son: evitar masajear, golpear o comprimir la zona, evitar los medicamentos antiinflamatorios (los más conocidos son la aspirina y el ibuprofeno) y y aplicar una compresa caliente sobre la zona (favoreciendo la reabsorción de la sangre).

Unas horas más tarde, cuando llegó el momento de poner un yeso, pude ayudar y terminarlo, porque para hacer bien el principio está claro que se necesita mucha más práctica que simplemente 2 días.
Para empezar se pone una media especial en la zona a enyesar (si es el antebrazo se corta un trozo para el dedo gordo) y luego se cubre con algodón ya preparado para vendar. Finalmente se coloca el yeso luego de mojarlo en agua a una temperatura de más o menos 25ºC y se le da forma, ya que no puede quedar simplemente como un cilindro, sino que tiene que amoldarse al paciente para realizar una buena sujeción, En el caso de una bota de yeso también se tiene que poner una "plantilla" (trozo grueso de yeso que cubre la planta del pie y parte posterior del tobillo) para reforzarlo.

Aquí os dejo un vídeo, que siempre ilustra más que simplemente explicando.