¿Cuántas veces hemos escuchado esa expresión? Ninguna, sin embargo, ¿cuántas veces escuchamos "te clavan un puñal por la espalda"? Demasiadas como para contarlas. Pues veréis, yo llegué a la conclusión de que ésta última fue sacada a raíz de la primera, y si alguien me lo quiere rebatir primero que vea la aguja de una toracocentesis. Estoy casi segura de que es más grande la aguja, y aún por encima es peor porque tienes el conocimiento de que te van a pinchar algo y te empiezas a poner tenso porque escuchas el ruido de cuando van abriendo las cosas y preparándolas, dejándolo todo listo, exponiendo tu dulce y bella espalda a la intemperie de aquel monstruo que coge esa aguja-puñal-espada y te la clava sin sentir pena alguna. No, en serio, debe doler bastante.
Una toracocentesis se basa en una punción quirúrgica para evacuar por aspiración el líquido que se acumuló en la cavidad pleural, es decir, el espacio que queda entre el revestimiento externo de los pulmones y la pared torácica. No necesita preparación especial, simplemente no toser ni respirar profundamente durante la punción, ya que se pueden realizar daños al pulmón. El proceso es el siguiente:
1. Sentado en el borde de una cama o silla. los brazos apoyados en una superficie a la altura de su pecho y descansando la cabeza sobre ellos (1ª imagen).
2. Se limpia la zona donde va a ser realizada la punción y se inyecta un anestésico local.
3. Procedemos a la punción hasta el espacio pleural.
4. Extracción del líquido con aguja y jeringa (2ª imagen), que podrá ser enviado a laboratorio para su análisis.
En la última imagen podemos ver la diferencia en una radiografía de cómo se encuentran los pulmones antes y después de una toracocentesis. Se realiza básicamente porque el exceso de líquido en esa cavidad pleural puede provocar dificultad respiratoria, ya que ejerce presión sobre los pulmones impidiendo así su expansión mientras respiramos.
Bibliografía: