Muy buenas fieles seguidores, hoy me he levantado con buen pie y resultó ser un día genial en el "trabajo". Nada más llegar allí me enteré de que iba a estar con una enfermera nueva, pero nueva nueva. Me explico. Cada día los de prácticas vamos (más o menos) haciendo todo con una enfermera, dichas enfermeras rotan los turnos, por lo que cada día prácticamente vamos con una diferente. Pues hoy me tocó con una recién llegada, que ya se iba también ese mismo día para no volver. Lo cuál hizo que, más que ser ella la que me enseñase a mí, iba yo enseñándole a ella, y fue una bonita experiencia. Era una chica joven y muy amable que hasta me pidió ayuda, ya que nada más presentarme me ofrecí a tomar las constantes, y ella respondió: "sí, mejor, que tú controlas más que yo". Lo creáis o no, me hizo sentir importante. Ya le estoy cogiendo el gustillo a este trabajo, de verdad.
Al acabar de hacer y pasar al ordenador las constantes, nos dispusimos a preparar la medicación (todo lo hice yo sola prácticamente) y después del descanso fuimos a repartirla. Hasta aquí todo bien. Terminamos y fue entonces cuando tocó hacer curas. Quien dice curas dice verdaderas cirugías porque lo que vi no era normal. Chicos y chicas, si no sabéis lo que es una úlcera, os lo explicaré. Se trata de una lesión en la piel que en profundidad alcanza la submucosa y es causada por permanecer en una misma posición durante demasiado tiempo (una cama, una silla de ruedas...). No vi la submucosa, vi más. Mucho más. La pobre señora tenía allí, en el sacro, un universo aparte, os lo juro. La impresión que me dio ver aquello no se puede comparar con nada que haya visto hasta ahora. Era como un agujero negro, enorme y super profundo en una señora que además era muy delgada, lo cual impresionaba más. Después de retirarle las gasas que tenía allí dentro, la limpiamos y pusimos unas gasas nuevas, con unas compresas cubriendolas, y por encima de todo esto, una especie de parche específico ya para esas cosas. Cinco segundos más tarde ocurrió lo inimaginable y gracias al cielo que no lo vi. Yo me disponía a salir de la habitación ya, cuando de repente las auxiliares (que estaban sujetando a la señora de la úlcera) pegaron un grito e inmediatamente se escuchó: "lo que faltaba...", mientras veían para su trasero al descubierto. Sí, la señora se hizo de vientre antes de que les diera tiempo a cambiarle tan siquiera el pañal. Me fui de allí lo más rápido posible para que no me vieran reír, que yo no quería, os lo prometo, pero son de esas situaciones en la vida que no te esperas vivir y cuando llegan... llegaron, y tu comportamiento es el primero que te salga. Pero tranquilos, el karma me la devolvió. Más tarde cuando simplemente iba a ponerle las gafas nasales a una señora, la cama se bajó del todo sola, todos los de esa habitación pensamos que se había roto. Yo, asustada, sin saber qué hacer, si sujetar la cama o a la señora que estaba a punto de un ataque de nervios gritando en la cama que no quería caerse. Entonces decidí salir y a la primera persona que me encontré, la cogí, le comenté la situación y vino rápidamente a ayudarme. No chicos, no se había roto. Lo único que hizo esa persona fue coger el mando de la cama, darle al botón de subir la cama y ella sola subió. Yo me seguí preguntando el resto de mañana qué era lo que había pasado ahí.
Como ya os comenté antes, la enfermera que me había tocado era nueva en aquel hospital, entonces me mandaba hacer todo a mí sola. Hasta que llegó un momento en el que me mandó hacer un electro. Yo toda feliz, salí del control y a los 5 segundos volví al darme cuenta que ni sabía donde estaba el aparatejo. Me encontré entonces con la chica de tercero de prácticas y le pregunté si me acompañaba (menos mal que dijo que sí). Fuimos las dos a por él y una vez llegamos a la habitación del paciente le fui colocando las pegatinas para luego conectar los electrodos. Tras varias tiras de papel, nos decidimos por los que mejor estaban (o al menos los que para nosotras mejor estaban) y se los dimos a la enfermera, la cual tras dar el visto bueno, me mandó llevárselo al despacho de los médicos. Ojo, que ese despacho es como un camaleón: se oculta con las paredes, lo único que lo distingue es el pomo. Fue gracioso la primera vez que me mandaron ir, porque me dijeron que era al fondo y a la izquierda, y yo al llegar al fondo, sin darme cuenta del pomo, no vi nada, y a la derecha solo había la habitación de un paciente. Entonces volví a girarme hasta que encontré el pomo y pensé: "pues será esto...". Los familiares que allí se encontraban a saber qué pensaron de mí, pero bueno, son cosas que pasan y hay que perder la vergüenza a quedar mal y sobre todo que te dé igual lo que piensen de ti.
Espero que os vayan gustado estas anécdotas (y las anteriores y las que prosiguen), tanto mías como las de mis compañeros, serán buenos recuerdos dentro de unos años.
"Esto deberíamos contestar los de prácticas, aunque un pequeño incentivo tampoco venía mal, aunque fueran gominolas".