lunes, 30 de noviembre de 2015

Corazones congelados

Es lunes de nuevo, y lo que antes nos daba tanto miedo se empieza a convertir en rutina. Sin embargo, ningún día deja de ser interesante, porque te das cuenta de que hasta que no eres tú quien hace las cosas nunca aprendes del todo, y siempre hay algo nuevo que ver o hacer. Hoy, por ejemplo, he visto como hacían una punción lumbar, no era mi paciente, pero siempre intentamos colarnos en todo lo que pasa en nuestra planta; y también he visto mi primera úlcera (eso de lo que tanto se habla), aunque se trataba de una úlcera pequeña, y no tenía demasiado mal aspecto.

Esta mañana, haciendo lo de todos los días, me he puesto un poco melancólica.
Una acompañante de una paciente en coma se puso a hablar conmigo. Me dijo eso de "hay que tener vocación para ser enfermera, eh? Yo no sería capaz". Últimamente muchas personas con las que hablo me dicen eso. "Yo no sería capaz". Y hasta hace poco, era yo misma la que me decía "no voy a valer para esto". Pero en mi caso no ha sido ese el problema. No me importa ver una úlcera, aspirar secreciones, poner un enema rectal, poner una sonda vesical... de hecho, creo que cualquier persona si se viera en la situación de tener que hacerlo, lo haría. Es como cuando ocurre un accidente y sólo estamos nosotros ahí para ayudar. Tenemos como una fuerza interna, escondida, que no sabemos que tenemos, y que aparece en los momentos en los que nos hace falta.

No, mi problema no es ese. Mi problema es que creo que les estoy cogiendo demasiado cariño a algunos pacientes. 
Siempre me llamaron la atención las enfermeras que parecen insensibles ante todo lo que les pasa a los enfermos. No era capaz de entender esa indiferencia. Hasta ahora.
Y es que no puedes dejar que te afecte, porque sino no vives, y el trabajo más bonito del mundo se puede convertir en el más deprimente.
Quiero pensar que con el tiempo seré capaz de ver todo de forma diferente, pero, a día de hoy todavía no sé cómo hacerlo. 

Suena duro decirlo, pero hay personas que no te afectan tanto. Personas en coma con las que nunca has hablado, personas muy mayores (sabes que es ley de vida) o pacientes que no tienen nada grave y sabes que están ahí de paso... El problema es cuando se trata de gente joven que está muy mal, personas que podrían ser tu madre, tu hermano, o incluso tú mismo. Porque de la vida no hay nada escrito, y cualquier día te puede tocar a ti. Obviamente no puedes vivir pensando en esto, pero verlo cada día a veces se hace duro.
Además, hay que ser realista y darse cuenta de que no se puede ayudar a todo el mundo, y por mucho que queramos no tenemos la solución para todos los problemas. 
El universo a veces es injusto, y hay que aprender a vivir con ello.

Sin embargo, no dejo de pensar lo mucho que importa empatizar un poco con el paciente. Se supone que son personas a las que quieres ayudar al fin y al cabo, no? Y las ayudas tanto haciéndoles una cura, como escuchándolas y tratándolas con cariño. 
Te das cuenta de estas cosas cuando al despertarlas con un "buenos días, que tal te encuentras hoy?", te responden con un "bien, muchas gracias". 
Que te agradezcan que les preguntes "qué tal" dice mucho de lo que necesitan estas personas, y tanto ellos como los familiares, porque no sólo los enfermos necesitan ser cuidados. 
Saber que sólo cuesta decir "hola, qué tal?" te da mucho en qué pensar...